El Señor Está Cerca

Viernes
9
Julio

Oye, oh Jehová, una causa justa; está atento a mi clamor. Escucha mi oración hecha de labios sin engaño.

(Salmo 17:1)

La dependencia perfecta del Hombre Cristo Jesús

No creo que haya ni una sola palabra en este salmo que no haya sido pronunciada por nuestro Señor Jesús al Padre en aquellas noches cuando se iba solo a los montes a orar. Podemos estar seguros que Él usaba ampliamente las palabras de la Escritura en su comunión íntima con el Padre. En este salmo vemos al hombre justo susten­tado por la Palabra en medio de sus enemigos, y no tenemos duda alguna que ese fue el caso de nuestro bendito Señor Jesucristo.

Hay algo en el misterio de la encarnación que debemos recordar: aunque nuestro Señor era Dios y Hombre en una bendita Persona, desde el momento que vino a este mundo, hasta el momento en que exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23:46), Él escogió no actuar como Dios, aunque era Dios, sino como un Hombre de fe, dependiente en todo de la voluntad del Padre y bajo la guía del Espíritu Santo.

Es difícil para nosotros entender cómo, siendo Dios y Hombre, podía dejar de lado su propia voluntad para hacer solamente la del Padre. Y la voluntad del Padre estaba expresada en las Santas Escrituras, las cuales estudió desde Niño, y se manifestó por medio del Espíritu Santo, el cual dominó y controló al Hombre Cristo Jesús. Cuando, después de ser bautizado, el Señor fue al desierto, leemos que “fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mt. 4:1). Marcos utiliza un término más fuerte: “el Espíritu le impulsó al desierto” (Mr. 1:12). En esta tierra, Él actuó como un Hombre dependiente del Padre. ¡Con qué belleza esto se pone de manifiesto en este salmo! “Escucha mi oración hecha de labios sin engaño”. Su ser interior estaba en total armonía con las palabras de su boca.

H. A. Ironside

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