Los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
Entre algunos cristianos, la expresión «caer de la gracia» se ha trillado un poco, adquiriendo un significado muy diferente al de la Escritura. Los gálatas no habían caído al mundo, ni habían abandonado “el camino de la justicia” para ir a revolcarse en el cieno como “la puerca lavada” (2 P. 2:21-22). Lo de ellos fue algo diferente, estaban adoptando un rígido legalismo y buscando la justificación y la santidad por medio de una estricta obediencia a la ley; y al actuar así, ellos estaban abandonado la gracia en sus propias conciencias y en sus propias experiencias, cambiándola por la ley. En sus pensamientos, ya no estaban delante de Dios sobre la base de la gracia, sino sobre la base de la ley; ya no se veían a sí mismos como hijos, con el Espíritu del Hijo de Dios morando en sus corazones, sino como esclavos sometidos a reglas y mandamientos. La diferencia entre estas dos «bases» es tan grande, que dejar una de ellas para ir a la otra involucra una caída.
De este modo, en su propio estado y experiencia, ellos habían caído de la gracia. En cuanto a su posición delante de Dios en gracia, como leemos en Romanos 5:2, esta era suya inalterablemente en Cristo, si realmente eran del Señor y habían sido justificados por fe.
A la luz de esto, comprendemos mucho mejor el estallido de indignación que el apóstol expresó en Gálatas 1. Dios mismo los había llamado y llevado a disfrutar la gracia de Cristo. Pero habían escuchado “otro evangelio”, el cual estaba basado en la circuncisión, símbolo del guardar la ley.
¿Qué pensaría el apóstol Pablo de la cristiandad actual? ¿Cuál es el estado del cristianismo moderno ante el escrutinio de esta porción de la Palabra de Dios? ¿Cuántos de nosotros podemos ser culpados de esta locura? ¿Hemos abandonado la verdad del evangelio para volver a la ley, con el fin de determinar nuestra condición delante de Dios?
F. B. Hole