Vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años … fue arrebatado hasta el tercer cielo.
Pablo rememora una experiencia asombrosa que había experimentado hace 14 años. Un cristiano con una mente carnal se hubiese jactado inmediatamente de tal experiencia, pero el apóstol, comprendiendo que no le convenía alardear, evitó referirse a esta experiencia por catorce años. Él ya nos había hablado de una experiencia humillante en el cuerpo (cap. 11); y ahora nos cuenta una experiencia asombrosa como “un hombre en Cristo”. El mismo que había aprendido lo que significaba ser “descolgado” en un canasto sobre la tierra, también había experimentado el inmenso privilegio de ser “arrebatado hasta el tercer cielo”.
El tercer cielo es el lugar donde Dios habita. Primero están los cielos atmosféricos, luego los cielos donde están las estrellas, es decir, el espacio exterior, y luego el tercer cielo, donde está el trono de Dios. El apóstol habla del tercer cielo como el paraíso, lo que indica cuán bendito es aquel lugar, lleno de gozo, belleza y gloria— un jardín de delicias, donde jamás entrará sombra de muerte. Él es cuidadoso en decirnos que no fue arrebatado como un hombre en la carne, sino como “un hombre en Cristo”. En otra epístola, él menciona sus ventajas naturales como hombre en la carne, las cuales consideraba como basura. Sin embargo, podía gloriarse correctamente en la posición y los privilegios de un hombre en Cristo.
Al ser arrebatado al paraíso, él ya no era consciente del cuerpo y sus necesidades y debilidades. Allí oyó cosas que no le sería correcto expresar, mas aun a cristianos que todavía están en la tierra y en estos cuerpos mortales. Recordemos que, aunque no tenemos tales experiencias milagrosas, como ser arrebatado al tercer cielo, todo lo que le fue revelado al apóstol cuando vivió esa experiencia le pertenece al creyente más sencillo, pues todos estamos “en Cristo”.
Hamilton Smith