Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.
La tercera bendición es: “Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad”. ¿Qué significa culpar de iniquidad? Es «tomar nota» de la iniquidad. Si el Señor Jesús borró todos mis pecados cuando me salvó, e inmediatamente comenzó a contar nuevos pecados en mi contra, mi estado entonces no sería mejor que en el pasado. “Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad”. Dios no está tomando en cuenta los pecados de los suyos como algo que deberemos enfrentar en el día del juicio. Cuando confié en Jesús, su sangre preciosa me cubrió de todos mis pecados, desde la cuna hasta la tumba.
¿Significa esto acaso que puedo pecar y que esto no marca ninguna diferencia? No; en el momento en que creí, mi responsabilidad como pecador en cuanto al juicio de Dios finalizó por la eternidad, pero comenzó mi responsabilidad como hijo para con el Padre. Ahora me relaciono con mi Padre como un hijo obediente. “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (He. 12:6). Sin embargo, Él no le imputa iniquidad a quien es su hijo. Todo creyente es hecho justicia de Dios en Cristo (cf. 2 Co. 5:21).
La cuarta bendición es: “en cuyo espíritu no hay engaño”. Un hombre en cuyo espíritu no hay engaño no es lo mismo que una persona inmaculada. Solo hubo una Persona con esa característica, nuestro bendito Señor Jesucristo. “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23). No hay quien “haga el bien y nunca peque” (Ec. 7:20). Esto es cierto tanto de creyentes como de inconversos.
Sin embargo, el hombre en cuyo espíritu no hay engaño es aquel que no trata de cubrir o esconder su pecado. Alguien que trata de esconder un pecado, entonces hay engaño en él. Cuando David escondió su pecado, entonces hubo engaño en él, pero cuando honestamente reconoció su pecado, ya no hubo más engaño en su espíritu.
H. A. Ironside