Su hijo mayor… cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas … Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
(Lucas 15:25, 28-30)
Hasta ahora hemos considerado el corazón arrepentido del hijo pródigo y el corazón perdonador del padre. Ahora veamos lo que podemos aprender del corazón inclemente del hijo mayor. No tenía intenciones de considerar la restauración de su necio hermano menor. Cree que tiene razones para actuar así, y se indignó porque su padre quiso restaurar a aquel que tanto lo había ofendido (v. 28). Su propósito era que su hermano fuese castigado inmediatamente por lo que había hecho, y ni siquiera pensó en lo que había cambiado su corazón. Quería que pagara por lo que había hecho. No manifestó misericordia ni deseos de reconciliación.
El hijo mayor perdió una oportunidad de alegría y celebración por estar preocupado de sí mismo y su dolor. Desperdició el corazón amoroso del padre que deseaba la restauración. Él prefirió apartarse enojado, justificando su indignación y presunción, pensando que tenía la razón, y se negó a reconocer que su actitud le causaba tanto dolor a su padre como lo que había hecho su hermano menor.
No querer perdonar es señal de un corazón rebelde y obstinado, el cual no ha bebido suficientemente del agua de la gracia y la misericordia en los profundos manantiales del perdón de Dios. Negarnos a amar a quienes nos han dañado demuestra que no hemos comprendido cuánto nos ha amado Dios. Debo perdonar tal como Él me perdonó, y amar como Él me ama; esa es la medida que debo imitar.
Tim Hadley Sr.
"Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efesios 4:32)