Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella … Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto.
(Juan 11:3-4, 14)
Cuando llega la enfermedad o la muerte, frecuentemente surge esta pregunta: ¿Por qué Dios permitió que esto sucediera? Aunque como cristianos no cuestionamos el poder o la sabiduría de Dios, es probable que esta pregunta permanezca y nuestros corazones se aflijan. En momentos como esos, las palabras de consuelo son muy reconfortantes. De esa manera, el apóstol Pablo alentó a los creyentes en Corinto (2 Co. 1:3) cuando estaban atravesando diversas pruebas, señalándoles al Padre de misericordias y Dios de toda consolación.
En la historia de la muerte de Lázaro y su resurrección, el Señor Jesús nos muestra más acerca de esto. Él les dijo a sus discípulos: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios”. Leemos que Jesús amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro, así que nosotros también podemos decir con seguridad: «Jesús me ama», independientemente de las pruebas que estemos atravesando.
Es el amor del corazón del Padre y el amor del Hijo lo que mueve las manos que controlan “todas las cosas” que obran para nuestro bien, pues somos llamados según Su propósito. También leemos que Marta le dijo a Jesús: “: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”, a lo que Él respondió: “Yo soy la resurrección y la vida” (vv. 21,25).
Marta había sido testigo de cómo el Señor había sanado a otros enfermos, y sabía bien que Él pudo haber evitado la muerte de Lázaro. Ella asoció la resurrección con un día en particular, y no con una persona—el Señor Jesús. ¿Crees que Jesucristo es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo? Entonces recuerda: «Hay vida si miras al que murió en la cruz, sí, hay vida en este momento para ti».
Jacob Redekop