Como el cinturón se adhiere a la cintura del hombre, así hice adherirse a mí a toda la casa de Israel … a fin de que fueran para mí por pueblo, por renombre, por alabanza y por gloria, pero no escucharon.
(Jeremías 13:11 LBLA)
En este capítulo, el Señor le dijo a Jeremías que se pusiera un cinturón de lino (el cual se ceñía sobre la túnica). Luego, él debía sacárselo y esconderlo en una peña cerca del Éufrates. Después de un tiempo, Jeremías fue a buscar el cinturón, pero lo encontró podrido y ya no era bueno para ninguna cosa. El Señor utilizó esta vivencia para ilustrar lo que le había sucedido a su pueblo Israel. Él había hecho que su pueblo se adhiriera a Él como un cinturón se adhiere a los lomos del hombre. Desde que los sacó de Egipto hasta aquel día, Dios los había cuidado con fidelidad. Su deseo era que fueran un pueblo para su alabanza y gloria.
Por desgracia, el Señor tuvo que decir que ellos no quisieron escuchar su voz, sino que, en lugar de eso, anduvieron en las imaginaciones de su corazón e incluso “en pos de dioses ajenos para servirles” (v. 10). El resultado es que se habían convertido en un cinturón podrido, incapaz de ser utilizado para el propósito que fue diseñado.
En Hechos 11:23, Bernabé exhortó a los nuevos creyentes en Antioquía a que, con propósito de corazón, “permaneciesen adheridos al Señor” (Hch. 11:23 VM). El Señor sigue deseando que los suyos, hoy en día la Iglesia, se adhieran a Él, para que seamos para su alabanza y gloria. ¿Qué significa adherirse a Él? Es escuchar y obedecer su voz por medio de su Palabra; andar en el Espíritu (Gá. 5:16), estar ocupados con Cristo, y no seguir las imaginaciones de nuestros propios corazones; y guardarnos de los ídolos, es decir, cualquier cosa que reemplace a Cristo en nuestros corazones (1 Jn. 5:21).
La cristiandad ha seguido ampliamente el ejemplo de Israel, convirtiéndose de igual manera en un cinturón podrido. Que el Señor nos conceda la gracia de adherirnos a Él con propósito de corazón, para que así seamos para su alabanza y gloria hasta que Él venga.
Kevin Quartell