El Señor Está Cerca

Martes
8
Junio

Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tri­bunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

(Juan 12:3)

El tribunal de Cristo

Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo; pero ante el tribunal de Aquel que me amó y se dio a sí mismo por mí, quien me salvo y en quien soy acepto. Él jamás trató con dureza a los que vinieron a Él, reconociendo verdaderamente su condición: a los tales, Él les habló y estableció en la verdad de su propia gracia.

Por tanto, todos debemos presentarnos ante el tribunal de Cristo, ante la Persona que, por su muerte, quitó todos mis pecados. ¡Qué bendición será encontrarme con Él en su tribunal! En esto no hay nada que perturbe la paz que Él ha hecho por la sangre de su cruz; y debemos tener esta paz para poder disfrutar de la comunión con Dios. Ahora pensemos: ¿cómo nos presentaremos allí? Cristo ven­drá y me recibirá a sí mismo, porque me ama, y quiere que esté con Él donde Él está; ¿y cómo lo haré? ¡Con un cuerpo glorificado como el suyo! Aquel que nos ha sido hecho justicia de parte de Dios (1 Co. 1:30) es el Juez.

Creer en su nombre y, sin embargo, dudar de que tenemos paz, es cuestionar el valor de su obra. Aquel que sufrió y ahora está glo­rificado no contradecirá el resultado de su obra cuando Él juzgue nuestras obras. Sin embargo, allí no habrá nada secreto—todo sal­drá a la luz. ¡Qué lección para nosotros cuando estemos en la glo­ria! ¿Y cuál será el efecto? Miro a mi vida pasada, ¿y qué he sido? Miro mi vida desde que soy cristiano, ¡y cuánta debilidad! ¡cuántos fracasos! Ahora bien, ¿entonces debo tener miedo? No: miro a Dios y digo: ¡qué Dios es el que se ha ocupado de mí! Cada paso que doy es una muestra del amor de mi Padre, que me ha guiado a lo largo del camino. En la gloria, veré toda mi necedad, pero estaré en un cuerpo resucitado y transformado. Aprenderé del amor de Cristo en cada uno de los pequeños detalles de mi vida, de principio a fin.

J. N. Darby

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