No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día.
La procrastinación es el hábito de dejar para mañana lo que debemos hacer hoy. Hace un tiempo leí una pequeña rima que describe bien las buenas intenciones del procrastinador:
«Procrastinar es mi pecado. No me deja nada más que dolor. Sé que debo dejar de hacerlo. De hecho, lo haré … mañana».
Sin embargo, cuando se trata de la salvación, la Biblia nos advierte enfáticamente que “mañana” jamás será una opción. Se nos dice que la salvación está disponible “ahora”, y “hoy”, pues la Escritura dice: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Co. 6:2). La procrastinación es una de las herramientas preferidas de Satanás para privarte de la salvación.
Cuando Pablo visitó Atenas, él predicó el evangelio. Al finalizar su mensaje, algunos se burlaron y otros creyeron; mientras que algunos dijeron: “Ya te oiremos acerca de esto otra vez”. En otra ocasión, cierto gobernador llamado Félix, un hombre cruel e injusto, se espantó al oír “acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero”. Bajo la convicción del Espíritu Santo, él tembló, y para no quedar en vergüenza delante de Drusila su mujer, respondió: “cuando tenga oportunidad te llamaré” (Hch. 17:32; 24:25).
No dejes que nadie te influencie a posponer el asunto de tu salvación, porque es mucho mejor que tu alma se salve, que pasar una vergüenza momentánea. No tenemos certeza alguna si, en ambos casos, tuvieron oportunidad de volver a oír el evangelio y arrepentirse.
El infierno estará lleno de procrastinadores; independientemente de sus buenas intenciones, pero estarán allí porque vivieron para mañana y despreciaron la oportunidad de ser salvos hoy. Te ruego que tomes con urgencia y prioridad el asunto de tu salvación. Arrepiéntete de tus pecados, y confía en Jesucristo.
Hazlo ahora; ¡hazlo hoy!
Richard A. Barnett