Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente … Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
¿Nos damos cuenta que esta es una increíble descripción de nuestra condición? Hay mucho conocimiento. Se hablan palabras maravillosas. Se adoptan hermosas confesiones. Tenemos asociaciones misioneras, sociedades bíblicas, escuelas cristianas, y muchas otras cosas. Yo sería el último en condenar todo eso. Pero ¿Dónde está la consagración de corazón? ¿Dónde está la poderosa fe de nuestros padres? ¿Dónde está la sumisión a la Palabra de Dios, incluso en las cosas más pequeñas de nuestra vida práctica? ¿Dónde está la disposición a sufrir rechazo por el nombre del Señor Jesús, quien fue crucificado por este mundo?
El Señor Jesús, el Testigo fiel y verdadero, ¿es todavía el centro de nuestra vida práctica de asamblea? En cuanto a la Palabra de Dios, ¿en cuántas iglesias sigue siendo la autoridad reconocida para la organización y el servicio? ¿No se jactan muchos de tener una organización eclesiástica bien establecida? ¿Estará el Señor Jesús en un lugar donde su Palabra y su Nombre ya no tienen autoridad en la práctica?
¿Y qué hay de quienes profesan reunirse al nombre del Señor Jesús en conformidad con su Palabra? ¿Es esa profesión una realidad práctica? ¿Son conscientes de que están reunidos a su Nombre? ¿Es la Palabra de Dios la verdadera autoridad sobre sus vidas? ¿Les es suficiente? ¿O también debería decirse de ellos: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo” (v. 20)? ¡Él ama la verdad en lo íntimo, en el corazón! ¡Las formas frías no tienen ningún valor para Él! ¡Qué vergüenza ver lo que le hemos hecho al testimonio que Dios nos ha confiado!
Que Dios nos dé un espíritu quebrantado y un corazón contrito (Sal. 51), para que podamos postrarnos delante de Él y confesar nuestra culpabilidad.
H. L. Heijkoop