Yo sé que … de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años … no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
Qué doloroso debió ser para el corazón de Pablo el saber que algunos de estos ancianos efesios, entre los que había trabajado, incluso con lágrimas, buscarían atraer seguidores tras sí. Con el fin de captar seguidores, estos líderes, a quienes el Espíritu Santo había escogido para apacentar el rebaño de Dios (v. 28), pervertirían la enseñanza que se les había confiado. Quizás lo hicieron insistiendo excesivamente sobre ciertos aspectos de la verdad en detrimento de otros puntos igualmente importantes. ¡Y en algunos casos rechazando por completo partes enteras de la verdad de Dios!
La mayoría de los líderes cristianos ya no enseñan la sencillez escritural de las reuniones de la Iglesia de Dios en la tierra. En lugar de la Iglesia, la cual Dios describe como un organismo vivo, estos líderes han creado una organización humana. En lugar de seguir la enseñanza del Señor de que todos los cristianos son hermanos, y que ninguno de sus seguidores debe tomar títulos para sí mismos y ponerse por sobre los demás (Mt. 23:8-11), ellos han creado jerarquías humanas dentro de la Iglesia. Algunos han ido más lejos y han llegado a pervertir la doctrina de la salvación de Dios, apartándose de la sencillez del arrepentimiento y la fe en Cristo Jesús.
En la última epístola de Pablo, 2 Timoteo, él menciona con tristeza que “me abandonaron todos los que están en Asia [la provincia romana cuya capital era Éfeso]” (2 Ti. 1:15). La historia muestra claramente que esto no era algo simplemente personal, sino que incluía el desprendimiento de la verdad confiada especialmente al apóstol Pablo. ¡Cuán importante es aferrarnos a Dios y a la Palabra de su gracia si queremos ser edificados!
Eugene P. Vedder, Jr.