El Señor Está Cerca

Día del Señor
30
Mayo

Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.

(1 Pedro 3:18)

El sacrificio de Cristo y sus consecuencias para el creyente

El inmaculado Salvador bebió la copa de la ira de Dios. Jehová quiso quebrantarlo, poner su alma en expiación por el pecado. Él ha llevado nuestras iniquidades. ¿Cuál fue la consecuencia? Él murió bajo el peso del pecado, ¿y qué sucedió con el pecado? Ha sido quitado; no que el pecado haya sido tratado con ligereza, sino que ha sido quitado por el sacrificio de Cristo.

De este modo, Dios resolvió por completo la cuestión del pecado antes del día del juicio. Habrá un día del juicio, y aquellos que no creen recibirán condenación eterna. Pero para los que creen, Cristo ya soportó el juicio en su lugar. Dios debe juzgar a los pecadores; pero si esto fuera todo, ¿dónde estaría su amor? Y si pasa por alto el pecado, ¿dónde estaría su santidad? No sería amor, sino indife­rencia al mal. Cristo llevó el pecado sobre su propio cuerpo en el madero, poniendo aquella vida sobre la que cargó el pecado, y resu­citó completamente sin él. De manera que, el asunto de la justicia no solamente se levantó, sino que quedó completamente resuelto.

Por lo tanto, si el pecado fue un juicio para Cristo, para nosotros es simplemente gracia en Él y por medio de Él, pues si Dios tuviera que abordar el tema de mis pecados en el día del juicio, entonces yo estaría perdido. Pero, digo, Él ha tratado ese tema en Cristo, herido por nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados; y, ahora, una gracia pura brota desde allí. Pues no es solamente la ira de Dios cayendo sobre Cristo crucificado, sino también Cristo entrando en todo el placer de Dios después de haber quitado el pecado. Para el creyente, Dios ya no es un juez o un vengador, sino un Libertador de la muerte y de todas las consecuencias del pecado que Cristo llevó sobre sí mismo; su gloria como Dios y Padre demandaba que resucitase a Cristo de entre los muertos y lo pusiera en una justa gloria como Hombre, disfrutando como Hijo las delicias de su diestra para siempre.

J. N. Darby

arrow_upward Arriba