El remanente de la casa de Judá que se salve, echará de nuevo raíces por debajo y dará fruto por arriba.
Hace poco vi algo sorprendente: un árbol creciendo en una roca. ¡Y no uno solo! Toda una parte del bosque estaba llena de grandes rocas cubiertas de musgo y, por más extraño que parezca, había uno que otro árbol en ellas. Cuando me acerqué para tener una mejor perspectiva, me di cuenta que las rocas tenían grietas muy profundas, a través de las cuales las raíces de los árboles se abrieron claramente un camino en busca de agua y nutrientes del suelo.
Pensé: «¡Qué cosa tan extraña! Con tanta tierra alrededor de las rocas, ¿por qué estos árboles no buscaron una forma más fácil de extender sus raíces? ¿Por qué no crecieron sobre tierra, en lugar de luchar por sobrevivir sobre las rocas? Pero, principalmente, ¿quién puso las semillas sobre las rocas?» Obviamente, los árboles no respondieron a mis preguntas. Encontré respuesta a mis preguntas cuando consideré cuán maravillosas son las formas que Dios utiliza para enseñarnos. Utiliza su creación para que aprendamos importantes lecciones espirituales.
Como los árboles, los cristianos no se plantan a sí mismos. Nuestro Padre celestial, lleno de amor, pone a cada uno de sus hijos en la situación precisa para que den fruto. Algunos deben luchar para sobrevivir, abriendo camino para sus raíces entremedio de la dura roca de las circunstancias. Otros han sido plantados en el tierno suelo de una feliz comunión y una vida cómoda.
En cualquier caso, el Padre se preocupa de que demos “fruto por arriba”. Esto sucederá cuando comprendamos que el punto principal no son las circunstancias, sino el contentamiento en medio de cualquier situación. El ejemplo de Pablo nos otorga un bello modelo de esto: “he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11).
G. W. Steidl
En Ti estamos, tu vida es nuestra ya, / La paz dejaste, tu paz, ¡sumo don! / Gozo eterno tu voz nos brinda acá / Y nos trajiste a tu comunión.
J. N. Darby