Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno ... os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
Podemos estar seguros de que no era el plan de Dios, ni el deseo del apóstol Pablo, pasarles el testimonio a lobos rapaces o a líderes cristianos egoístas. Con tristeza, Pablo les dijo estas palabras a los ancianos de la asamblea en Éfeso, hombres a los que conocía muy bien y entre los cuales había trabajado por tres años — la estadía más extensa en un lugar según leemos en el curso de su ministerio. Sin embargo, pronto iba a comenzar una terrible decadencia entre los efesios. ¿Hemos de sorprendernos si una decadencia similar existe en la práctica entre las iglesias locales alrededor del mundo?
Este fracaso se debe a la falta de vigilancia entre los conductores que Dios ha dado en la Iglesia. Los lobos rapaces se iban a introducir entre el pueblo de Dios. Los lobos no son ovejas. En realidad, son todo lo contrario, pues atacan a las ovejas y causan estragos entre el rebaño. Estos lobos representan a hombres muy perspicaces e inconversos que se introducen entre los creyentes, tomando un lugar de liderazgo, y causando muchísimo daño.
Esto sucede frecuentemente hoy en día. ¡Demos gracias a Dios por cada líder piadoso entre su pueblo! Sin embargo, no toda persona que ocupa un lugar de liderazgo dentro de la profesión cristiana es necesariamente salvo. Muchos ven el ministerio como algo respetable, y a veces como una profesión lucrativa. En la cristiandad lo usual es que, para entrar en el ministerio, se debe completar un curso o seminario y ser ordenado por un cuerpo religioso. Ellos no han recibido necesariamente el llamado de Dios y la preparación adecuada en la escuela de Dios.
Eugene P. Vedder, Jr.