Todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere.
En Hechos 20:7 leemos que el primer día de la semana se reunieron los discípulos “para partir el pan”. En 1 Corintios 11 también leemos que esta era su costumbre. Y una vez más, en el capítulo 14, vemos oración, alabanza, acción de gracias y profecías entre los creyentes cuando estos se reúnen como asamblea. Todo esto es bastante simple. Ellos se reunían al nombre del Señor; partían el pan el primer día de la semana; y en sus asambleas había oración, adoración y ministerio de la Palabra para la edificación de los creyentes. También vemos que todo esto era bajo la dirección de la Palabra y el Espíritu de Dios.
El Espíritu actuaba libremente en los diferentes miembros del cuerpo, no solamente para la adoración, sino también para la edificación unos a otros. “podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados”. “Hágase todo para edificación” era el principio fundamental que los conducía en el uso de sus dones, y había perfecta libertad para que todos los utilizaran bajo la dirección del Espíritu Santo. Tanto la adoración como el ministerio son por el Espíritu. Y Él dirige todo en la asamblea, como el Líder y el poder para adorar. En ninguna parte de la Palabra vemos a un hombre como líder en la asamblea de los santos. Obviamente, el Espíritu de Dios utiliza a los hombres, pero Él es soberano y puede usar a quien Él quiere.
Quizás piensas que el Espíritu Santo puede utilizar a un hombre así como a diez. Sin duda que no podemos limitar su poder. Él puede utilizar a uno, o puede utilizar a diez. ¿Pero quién se atrevería a dictarle a Él, y decirle que debe ser uno? Él debe tener libertad de utilizar a quien Él quiere, y si alguien toma el lugar de líder, entonces se le está haciendo callar y se le quita su libertad. Él solo quiere obediencia. Que el Señor lleve a todos los creyentes a buscar la simple obediencia a su Palabra, ¡dejando los resultados en sus manos!
A. H. Rule