Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en unidad. Es como el óleo precioso sobre la cabeza … sobre la barba, la barba de Aarón … como el rocío de Hermón.
(Salmo 133:1-3 LBLA Marg.)
La bendita Cabeza ama a todos sus miembros, y si bebemos de su Espíritu, si aprendemos de Él, amaremos a todos por igual. Pero esto es algo completamente diferente de amar a los demás porque adoptan «nuestra» línea de verdad o «nuestros» puntos de vista particulares. Se trata de Cristo, y no del yo; y esto es lo que se necesita para “habitar…juntos en unidad”.
Querido amigo cristiano, este es el gran secreto para una comunión armoniosa. Si los hermanos han de habitar juntos en unidad, el “óleo” y el “rocío” deben descender constantemente sobre ellos. Deben vivir cerca de Cristo y estar ocupados con Él para manifestar sus virtudes, y reflejar su bendita imagen. ¡Dios se complace en ver a sus hijos andando en amor! Es Él quien dice: “Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en unidad”.
Ciertamente esto debe mover nuestros corazones a hacer todo lo posible por fomentar esta hermosa unidad. El Espíritu Santo nos exhorta a ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:3). Recordémoslo siempre. Es la unidad del Espíritu (no la unidad del cuerpo) la que debemos guardar en el vínculo de la paz. Esto nos va a costar algo. La palabra “solícitos” muestra que no puede realizarse sin sacrificio. Pero Aquel que nos exhorta de manera tan clemente a realizar este servicio, será el que nos suministrará de la gracia necesaria. La unción y el rocío descenderán de Él, en su refrescante poder, uniendo nuestros corazones en santo amor y permitiendo que nos neguemos a nosotros mismos y abandonemos todo lo que tienda a entorpecer la verdadera armonía a la que somos imperativamente exhortados a mantener.
C. H. Mackintosh