La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto… Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
(Apocalipsis 1:1, 3)
La luz de la profecía será una fuente de mucho consuelo para el fiel remanente de Israel luego del arrebatamiento de la Iglesia. Cuando estén atravesando una terrible persecución y gran angustia durante la Gran Tribulación, ellos serán sustentados mientras esperan al “Sol de justicia con la salud en sus alas” (Mal. 4:2 LBLA). Esto marcará el comienzo del reino glorioso de Cristo por mil años.
Sin embargo, los cristianos tenemos otra esperanza, la cual es mucho más consoladora. Estamos a la espera de que Cristo venga como la Estrella resplandeciente de la mañana. Si bien la tierra aún está envuelta de oscuridad, pronto sucederá que, antes de que amanezca, Él aparecerá para tomar a sí mismo a su esposa celestial.
El estudio de la profecía, el cual revela la terrible apostasía y tribulación que vendrá con certeza y rapidez sobre este mundo manchado por el pecado, hace que la esperanza bienaventurada de su venida resplandezca cada vez más en nuestros corazones. Este será el efecto bendito e inmediato si Cristo ocupa el lugar que le corresponde en nuestros afectos.
El estudio de la profecía también dejará una profunda impresión en nuestros corazones, haciéndonos ver la grandeza y majestad de Dios. ¿Quién más que Él tiene el soberano derecho de establecer sus propósitos y el poder absoluto de cumplirlos? ¿Quién más puede anunciar el fin desde el principio, miles de años antes, y con total certeza y minucioso detalle?
" Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:9-10).
E. C. Hadley