El Señor Está Cerca

Martes
20
Abril

Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.

(Génesis 13:17-18)

Algunos sacrificios en Génesis (11)

Abraham es llamado “padre de todos los creyentes” (Ro. 4:11). Entre otras cosas, esto significa que los creyentes de cada generación también necesitan aprender las lecciones que Abraham aprendió. El camino de fe de Abraham lo condujo a vivir como peregrino, incluso mientras vivió en la Tierra Prometida, donde también fue un adora­dor—para el placer de Dios.

Cuando hubo hambre en la tierra, él descendió a Egipto por inicia­tiva propia, actuando sin consultar a Dios. Este error debió enseñarle algo, pues el Señor lo trajo de vuelta al mismo lugar donde estaba el altar que había dejado atrás. Allí, una vez más, invocó el nombre del Señor, tal como lo había hecho antes (vv. 3-4). Dios es el Dios de la restauración, incluso hoy en día, y desea hacernos volver cuando nos hemos desviado. Luego de esta experiencia, Dios le mostró la Tierra Prometida más detalladamente a Abram. Luego se dirigió a Mamre, cerca de Hebrón ("comunión"). Allí edificó un nuevo altar en respuesta a lo que había aprendido acerca de la tierra y acerca de Dios.

Hoy en día, nuestro Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo Jesús (Ef. 1:3). Nuestro Dios y Padre siempre desea recibir una respuesta de parte de nues­tros corazones y nuestros labios, mediante sacrificios de alabanza, a cambio de lo que Él nos ha mostrado y dado para que disfrute­mos. Las inescrutables riquezas de Cristo (Ef. 3:8) nos pertenecen. Todo esto nos has sido dado para que lo disfrutemos por fe, para que podamos dar una respuesta a Dios en alabanza y adoración, ahora y por toda la eternidad. Nuestras bendiciones son mucho más elevadas que la porción de tierra que le fue prometida a Abraham, tanto en anchura como en longitud, pues, nosotros podemos estar ocupados con la anchura, la longitud, la profundidad y la altura de lo que es de Cristo y de Dios (Ef. 3:18-19). ¡Alabado sea el Señor!

Alfred E. Bouter

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