Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
La Biblia enseña que Cristo ha dado dones para la edificación de su cuerpo, la Iglesia. Esto significa que debemos servir unos a otros con el don que hemos recibido de Él, para la gloria del Señor y el beneficio de los demás. Sin embargo, esto no nos limita en nuestro servicio. Aunque no tengamos el don de evangelista, somos exhortados a hacer obra de evangelista. Se nos dice que cuando nos reunimos debemos venir preparados y hablarnos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales. También debemos cuidar de nuestros hermanos y hermanas en el Señor, realizando la obra pastoral, pues somos «guardas de nuestros hermanos».
Se nos dice que si alguien es sorprendido en alguna falta, entonces aquellos que son espirituales deben restaurarlo—esta es la obra de un pastor. Este es un servicio maravilloso y más que necesario en el cuerpo de Cristo en la actualidad. Es un servicio silencioso, a menudo imperceptible, pero que no pasa desapercibido para las ovejas descarriadas o dañadas. Es una obra de sacrificio propio, paciencia y persistencia incansable.
En Lucas 15, leemos de un hombre que tenía 100 ovejas, pero que había extraviado una de ellas. Este hombre fue en busca de aquella oveja hasta encontrarla y la trajo de vuelta. Es verdad, este versículo hace referencia al Señor como el Buen Pastor que vino a buscar y salvar a los que estaban perdidos. Sin embargo, esa es la actitud que necesitamos si reamente queremos ver ovejas perdidas de vuelta en el rebaño, o ver recuperadas a las ovejas del Señor que se han descarriado. Vemos en nuestro versículo de hoy que Caín trató de escapar de la responsabilidad de cuidar de su hermano; sin embargo, la respuesta era sí, él era guarda de su hermano. ¡Qué podamos darnos cuenta que nosotros también somos cuidadores de nuestros hermanos y hermanas!
Albert Blok