Les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.
¡Qué interesante! El maestro de ceremonias, el que supuestamente sabía todo acerca de la fiesta, ¡no sabía de dónde era este buen vino! Nadie, sino solo los sirvientes, sabían del gran milagro que se había llevado a cabo. ¿Cómo explicamos el hecho de que solo los sirvientes hayan visto este despliegue del poder del Señor Jesús? Bueno, cuando el Señor les dijo a los sirvientes que llenaran las tinajas con agua, ellos lo hicieron. ¡Hasta el borde! Cuando se les dijo que sacaran el agua (hecha vino) y la llevaran al maestresala, también lo hicieron. Hubo una obediencia incuestionable e inmediata a la palabra del Señor.
A medida que extraemos tesoros de la Palabra de Dios y somos obedientes a ella, Él se nos revelará. Cuando disfrutamos de Cristo, el Verbo de Vida, sin duda que Él nos dará porciones preciosas que son solamente para nosotros—extractos que traerán gozo a nuestros corazones y que podemos compartir con otros.
“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jer. 15:16). “Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti… En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos. Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras… Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Sal. 119:10-11, 15-16, 18).
P. E. Hall
¡Cuán sublime oh Dios, cuán perfecta y gloriosa
Es tu Palabra fiel, descubierta a la fe!
Justicia, paz, verdad, divino amor rebosa,
Revelándote a Ti; gloria que siempre fue.
Ch. Exchaquet