Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.
Podemos decir, con total seguridad, que este versículo presenta una gran realidad. Necesitamos un Conductor, y Dios se ha comprometido en cumplir ese oficio por nosotros. ¡Qué gracia tan preciosa! Cuando nos encontramos en escenas de confusión y perplejidad, Él se pone ante nosotros, y nos dice con infinita gracia: “te enseñaré el camino”. ¡Qué gracia! ¡Qué cercanía! ¡Qué intimidad!
Además, es necesario resaltar la forma en la que Él nos enseña el camino: “con mis ojos puestos en ti” (LBLA). Esta es, como sabemos, la descripción más tierna, delicada y afectuosa de parte de un conductor. Debemos tener mucha intimidad y cercanía con alguien para poder ser guiados por el movimiento de sus ojos. Debemos mirar fijamente el rostro de una persona para poder captar la dirección de su mirada; y debo estar íntimamente relacionado con sus deseos y pensamientos, para así poder interpretar su mirada y actuar en consecuencia.
¡Oh, que podamos entrar más plenamente en todo esto! ¡Que la guía de nuestro Padre y su mirada sea suficiente para nosotros! ¡Que simplemente podamos tomarnos de su mano y mirarlo a Él, para así poder ser guiados por el movimiento de su mirada! Entonces nuestro camino sería claro y seguro, simple y feliz. No deberíamos necesitar, como el impetuoso caballo y el obstinado mulo, el cabestro y el freno de las circunstancias; sino que, en plena comunión con sus pensamientos, deberíamos conocer su voluntad (v. 9).
¡Cuántas veces quedamos perplejos sin saber qué camino seguir! Le pedimos a Dios que nos guíe en lo que Él no quiere que hagamos, y en los caminos que Él no quiere que pisemos. «No sé qué camino escoger», le dijo alguien a su amigo cristiano. ¿Cuál fue la respuesta? «No escojas ninguno». Si no ves claramente qué camino seguir, entonces es obvio que debes permanecer quieto. ¡Caminemos, por el Espíritu, como quienes han sido justificados, permaneciendo en la presencia del Señor y siguiendo a nuestro Conductor!
C. H. Mackintosh