Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
El Señor se presenta a la asamblea en Filadelfia como “el Santo” y “el Verdadero”. Esto tiene que ver con la condición moral de esta asamblea. En medio del apartamiento general de la cristiandad, ellos valoraban y obedecían la palabra del Señor, y sobre todo, se mantuvieron celosos por la gloria de la Persona de Cristo, y rechazaron cualquier tipo de negación de su Nombre. El Señor, que posee la llave, puede usarla en favor de ellos. A pesar del poder del enemigo, Él abre la puerta del servicio y cierra las puertas que podrían conducirlos a un camino contrario a su voluntad.
En esta carta, el Señor muestra que en medio de la creciente corrupción de la cristiandad, un testimonio se iba a levantar para defender las verdades de la Palabra de Cristo, junto con la autoridad y la hermosura de su Nombre. Sin embargo, también se nos advierte que Satanás levantaría una oposición por medio del resurgimiento del judaísmo con sus formas y ceremonias, ritualismo y superstición. Así Satanás iba a buscar anular la Palabra de Cristo, alejar los corazones de su Persona y robarle así a los cristianos todo lo concerniente al verdadero servicio y a la adoración.
Si bien a estos creyentes fieles se les advirtió de la oposición que iban a enfrentar de Satanás, también recibieron aliento para soportar pacientemente, sabiendo que si lograban a travesar las pruebas, entonces serían guardados de la hora de tribulación que vendrá pronto “sobre el mundo entero”. El Señor los exhorta a retener lo que tienen, para que nadie les quite la recompensa que recibirán en el día venidero. Para alentarlos a hacer esto, pone ante ellos su venida, la cual deberán esperar por aún un poquito, pues Él viene pronto.
Hamilton Smith
