El Señor Está Cerca

Viernes
2
Abril

A la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: <em>Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado</em>?

(Marcos 15:34)

Cristo desamparado

Este es el clamor más asombroso, espantoso y sorprendente que alguna vez haya sido expresado en toda la historia del universo. No es el clamor de un ser siendo castigado por algún crimen que haya cometido o el clamor de alguien que piensa que está sufriendo injus­tamente. Todo lo contrario, aquí no solo vemos a Aquel que es perfec­tamente sin pecado, que no erró en el más mínimo detalle durante su vida en la tierra, sino también a Aquel que es el Hijo unigénito de Dios que vino en gracia a su propia creación, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Este es Aquel cuya gracia se ha manifestado en obras de inmenso poder y bondad hacia los hombres.

Con calmada dignidad, Él enfrentó el sufrimiento silenciosamente, así como la ira y cruel persecución de los impíos líderes de su propia nación y de los gentiles. Escupido, coronado de espinas, azotado y soportando otros duros ultrajes, Él fue llevado y clavado en una cruz; colgado entre el cielo y la tierra, y recibió la burla de parte de sus propias criaturas. Ese fue el Hombre que fue desamparado por Dios—y justo en el momento cuando esperaríamos que Dios fuese su ayuda. Aquel que estaba acostumbrado a recibir la aprobación de Dios en todo su camino, allí fue visto completamente solo. “¿Por qué?", preguntó Él. ¿Acaso no sabía? Sí que sabía, pero ese clamor tenía el propósito de despertar nuestro más profundo interés.

Este fue el centro del tiempo y la eternidad, cuando este Salva­dor glorioso e inmaculado tomó sobre sí mismo, voluntariamente, la responsabilidad del pecado del hombre, soportando así el juicio de Dios, sin mitigación ni alivio posible. Allí lo vemos solo, rodeado de intensas tinieblas, desamparado y sufriendo agónicamente, algo que está lejos del alcance de la comprensión humana. Solo de esta forma podía quedar solucionado, para todo aquel que confía en Él como su Salvador, el terrible asunto del pecado y la culpabilidad delante de Dios. ¡Maravilloso amor!

L. M. Grant

arrow_upward Arriba