El Señor Está Cerca

Miércoles
31
Marzo

Un etíope, eunuco… había venido a Jerusalén para adorar, vol­vía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.

(Hechos 8:27-28)

El etíope eunuco—un hombre muerto halla la vida (1)

Un etíope, de gran autoridad en el mundo, conducía su carro por el desierto; había ido a adorar a Jerusalén. Si había alguna ciudad en la cual hacer algo para «mejorar» su condición espiritual, esa era Jerusalén. Sin embargo, no sabía que en realidad él estaba muerto. Mientras leía la Palabra de Dios en el libro de Isaías, en donde el profeta describe al adorable Sustituto, se encontró con estas pala­bras: “como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes” (Is. 53:7-8). Precisamente en ese momento, el Espíritu de Dios envió a su siervo Felipe con el fin de llevar gozo a su afanada y ansiosa alma.

Felipe abrió su boca, y a partir de Isaías 53, le predicó a Cristo. En aquellos tiempos, los hombres de Dios eran conocidos por predicar claramente que si Cristo murió por todos, entonces todos estaban muertos. Ante esto, era claro que el etíope no estaba mejor espiri­tualmente por haber ido a Jerusalén. ¿Cómo podía eso ser posible? ¿Qué podían hacer por un hombre muerto los doctores de la reli­gión? ¿O qué podía hacer la ley por un hombre muerto? La muerte de Cristo había manifestado que el caso del hombre no tenía reme­dio, y que requería de una gracia ilimitada. ¿Y qué había hecho Dios (en abundante gracia) para con el hombre muerto y perdido en sus pecados? Él dio a su Hijo para que muriese por él (ocupando así el lugar del hombre en la muerte), y para que se convirtiera en el Pri­mogénito de entre los muertos; para que fuera el comienzo de una nueva creación, en la cual la muerte y el pecado ya no estarán más.

Es así como en aquellos días los hombres de Dios no predicaban la muerte de Cristo con el objetivo de mejorar al hombre, sino como la muerte del hombre ante Dios. Y anunciaban la resurrección de Cristo como la única vida de todos los que creen en Él.

C. Stanley

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