Has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas.
Los evangelios no son una mera repetición de la bella historia de la vida del Señor Jesús en la tierra. No es una misma historia contada por cuatro autores diferentes y que varía simplemente en la forma cómo recordaron los hechos, sus emociones o su forma de pensar. No, es mucho más que eso. En verdad, los cuatro evangelios están unidos como un todo debido a un profundo pensamiento de Dios, un diseño divino y especial. El gran objetivo de esto es permitir que entendamos de mejor manera a la insondable Persona de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, cuyo carácter es tan elevado y noble; su amor tan inefablemente inmenso; y sus glorias tan magnificas que no pueden ser presentadas desde una sola perspectiva.
Cada Evangelio fue escrito por inspiración del Espíritu Santo, y cada uno tiene un carácter y propósito particular. Sin embargo, tampoco son independientes entre ellos, pues sus relatos se entrelazan. La Persona de la cual hablan es inescrutable, y la combinación de su Persona sin par con sus diversos caracteres es tan inescrutable como Él mismo. Es imposible que el hombre comprenda plenamente sus insondables profundidades.
El ministerio y propósito del Espíritu Santo en la tierra es glorificar a Cristo y dárnoslo a conocer a los que somos suyos. Él quiere ayudarnos a discernir, considerar y contemplar más y más sus infinitas glorias, las cuales se ven desplegadas en sus movimientos, palabras, caminos y obras. Él desea entrenarnos en sus pensamientos más profundos, sus sentimientos íntimos, sus alegrías, sus diversos sufrimientos y sus simpatías. Vemos este ministerio del Espíritu Santo en los Salmos, los profetas y en otras partes de la Palabra— todo preparado para llevarnos a meditar en Él. ¡Qué podamos conocer mejor a nuestro Señor, Aquel que es el don inefable de Dios!
“Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:14).
E. Gautier