Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.
Esta confesión inusual salió de los labios de una mujer convertida durante una noche oscura en Jericó. Rahab la ramera había recibido en secreto a los dos espías israelitas y los escondió. ¡Con este acto, y con su sincera confesión por Jehová, ella se puso del lado del Dios vivo! Esta fue una decisión muy importante y tuvo benditas consecuencias, no tan solo para Rahab, sino también para sus descendientes por generaciones.
A los ojos humanos, Rahab tenía tres defectos: 1.- era una gentil, pero no cualquier gentil, era cananea, una raza maldita y condenada por Dios a la destrucción; 2.- era mujer; en esa cultura las mujeres no tenían poder ni derechos y eran muy poco respetadas; 3.- era una ramera (He. 11:31). Sin embargo, cuando escuchó acerca del Dios de Israel, ella reconoció que Él era el Dios vivo. Decidió tomar posición por Él, incluso si esto implicaba realizar un acto de traición contra su propio pueblo.
¿Qué podemos aprender de la vida de Rahab y su testimonio? Bueno, hay muchas lecciones, pero hay una que no podemos pasar por alto. La decisión de Rahab fue un acto de fe que trajo una serie inmensa de consecuencias positivas. No debemos olvidar esta lección. Las decisiones que hacemos en la vida tienen consecuencias, ya sea para bien o para mal.
La decisión de Rahab trajo las siguientes bendiciones: se casó con Salmón y fue madre de Booz, aquel israelita piadoso que se casó con Rut la moabita; ¡fue la tatarabuela del rey David y una antecesora del Señor Jesucristo, el Mesías de Israel (Rut 4:21-22; Mt. 1:5)! ¿Qué tal esas bendiciones? Bueno, es igual para nosotros: toda decisión que tomemos en nuestra vida debe ser hecha en conformidad con la voluntad de Dios. ¡Y así las bendiciones fluirán hasta nuestros descendientes!
Brian Reynolds