Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
El reino del Señor Jesús, el cual pronto vendrá con gran gloria y poder, es un tema de vital interés con el cual el Señor busca comprometer el corazón y la mente de sus discípulos. Estas palabras se cumplieron pocos días después que Jesús las expresara. Él tomó a Pedro, Juan y Jacobo, y los llevó a un monte; y allí los ojos de ellos recibieron una imagen preciosa del reino venidero. Mientras oraba, la apariencia de su rostro cambió. Mateo dice que su rostro resplandeció como el sol, lo que nos recuerda su gloria personal e intrínseca como Dios. Lucas dice que su vestido se volvió blanco y resplandeciente, lo que nos habla de la gloria con la que Él ha de recibir. Estas glorias serán desplegadas al mundo en el siglo venidero, cuando se manifieste el reino de Dios, pero la Palabra nos muestra un anticipo para animarnos.
“Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Lc. 9:30-31). Moisés y Elías aparecieron y hablaron con el Señor—¡fue realmente un maravilloso milagro! Moisés representa a los creyentes que han muerto, pero que serán resucitados para participar del reino celestial. Elías representa a aquellos que serán transportados al cielo sin morir. Los tres apóstoles, Juan, Pedro y Jacobo representan a la parte terrenal del reino. Moisés y Elías hablaban con Jesús acerca de su muerte que se había de cumplir en Jerusalén. ¡Entendieron mucho mejor que los apóstoles lo que el Señor tenía por delante!
Los apóstoles estaban rendidos de sueño, incluso ante la presencia de su gloria, y se perdieron completamente el significado de lo que Moisés y Elías conversaban. Sin embargo, ¡cuán importante es la relación existente entre la muerte del Señor Jesús y su futura venida en gloria!
L. M. Grant