Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él.
Cristo vendrá por sus santos y vendrá con sus santos. Los versículos que siguen detallan como el Señor vendrá primero por ellos: “Porque el Señor mismo con voz de mando…descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (vv. 16-17). El Señor viene por sus santos, y luego los traerá con Él; son dos eventos distintos, los cuales en ninguna parte de las Escrituras son vistos como una rápida sucesión de hechos, sin descanso alguno entre ellos, como algunos enseñan.
Recuerdo vívidamente que en una ocasión me levanté muy temprano mientras viajaba en barco entre las islas Shetland y Orkney. La tenue luz fue suficiente para hacer desaparecer del cielo la brillante luz de toda estrella, con excepción de una. Allí en lo alto resplandecía el lucero de la mañana con su belleza solitaria. A lo lejos, en el horizonte, el sol, aún escondido, comenzaba a disparar sus rayos de luz, antes de hacerse visible, convirtiendo la noche en día. Las estrellas brillan de noche. El sol gobierna el día. Era imposible que ambos alumbraran juntos al mismo tiempo.
Y esta es justo la ilustración utilizada en las Escrituras. Nuestro Señor se presenta a sí mismo como “la Estrella Resplandeciente de la Mañana”—hablando de su venida en el arrebatamiento (Ap. 22:16). El Antiguo Testamento finaliza con la esperanza del pueblo terrenal de Dios, la nación judía, a la espera del retorno del Señor para reinar sobre la tierra. Allí leemos: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación” (Mal. 4:2). ¡Qué maravillosa expectativa para esta pobre tierra manchada de sangre y empapada de lágrimas! Pues por fin habrá paz, tranquilidad y seguridad. El cetro por fin estará en las manos correctas: las manos de nuestro bendito Señor Jesús.
A. J. Pollock