En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso.
Hace no mucho tiempo un hermano, llamado George, perdió a su esposa, y luego perdió la vista, y más recientemente le amputaron una pierna. Antes era muy activo en la obra del Señor y se dedicaba mucho a estudiar la Palabra de Dios, pero ahora está confinado a su habitación. Aunque un querido hermano hace todo lo posible para alimentarlo y hacerlo sentir cómodo, sus circunstancias no son agradables, y casi siempre está solo.
Sin embargo, ¡él está lleno de gozo y júbilo! Nos dimos cuenta de esto cuando lo visitamos y nos recibió con su cálida sonrisa. Algunas de sus palabras fueron: «Estoy sentado bajo la sombra del deseado, y su fruto es dulce a mi paladar. En el cielo no habrá un George ciego ni con una sola pierna, ¡alabado sea su Nombre!». Toda su conversación transcurrió en el mismo tenor, sin ni una sola queja.
Le preguntamos cómo lo hacía desde que no podía leer más su Biblia. Respondió: «No es problema, había reservado algo para un día lluvioso». Cuando era activo y fuerte, la Palabra de Dios había sido la alegría y el gozo de su corazón, y sigue siendo igual ahora que está débil y discapacitado.
¡Qué ejemplo! Con qué facilidad hablamos de la plena suficiencia de Cristo, mientras aquí vemos a alguien que vive esta verdad. ¿Digo todo esto para glorificar a George? ¡Para nada! Pero me gustaría que su ejemplo desafiara nuestros corazones. De hecho, es posible vivir una vida victoriosa, mirando por la fe a aquella Persona gloriosa que hemos aprendido a amar. ¡Oh, qué conozcamos más de ese tipo de vida!
G. W. Steidl