Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.
Caín mató a su propio hermano, Abel, ¡qué terrible! Desde entonces, la raza humana, bajo la influencia de Satanás, ha estado marcada por el aumento de la violencia y la corrupción. La apreciación de Dios es esta: “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn. 6:5). El plan de la serpiente era corromper a la raza humana para que la promesa relativa a la «Simiente de la mujer» (Gn. 3:15) no fuese posible de cumplir.
La maldad y la corrupción de los hombres contrastaba con Noé, quien “era justo, perfecto entre sus contemporáneos” y “andaba con Dios” (Gn. 6:9 LBLA). Noé y su familia aún no se habían visto influenciados por la corrupción satánica que había impactado a la raza humana a nivel global. El Mesías iba a nacer de entre los descendientes de Noé, como podemos ver en las diversas genealogías de la Biblia. Dios había esperado lo suficiente, pero había llegado el momento en que ya no podía esperar más, y debía de ejecutar su juicio. Esto vino a través de un diluvio global. El Señor le dijo a Noé que construyera un arca de madera de gofer. Gofer es un término bíblico utilizado solamente aquí. Con frecuencia, la madera hace alusión a la perfecta humanidad de nuestro Señor Jesús; y en este caso el gofer simboliza su singularidad. La madera debía ser recubierta con “brea” por dentro y por fuera, palabra que es la raíz hebrea de la palabra expiación, lo que nos hace meditar en la sangre de Cristo.
No habría protección contra el juicio de Dios si no fuera por su vida perfecta y la sangre derramada de su sacrificio. El arca estaba cubierta por dentro y por fuera, y de la misma manera todo aquel que conoce al Salvador y está dentro del arca de su salvación, está completa y efectivamente cubierto por la sangre de Cristo. ¡Gracias a Dios por tal Sacrificio!
Alfred E. Bouter