Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien.
No hay nada que exprese con mayor claridad la presencia del Espíritu, y que silencie con mayor precisión toda voz impía, que la obediencia. La obediencia es el único estado correcto de la criatura, si así no fuera, Dios dejaría de ser supremo; dejaría de ser Dios. El pecado es rebeldía—hacer la voluntad de uno sin consultar a Dios. La bendición del cristiano solamente viene después de la obediencia. “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn. 15:10). “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Jn. 7:17).
Si pensamos que es demasiado el ser siempre obedientes y dependientes, entonces estamos satisfaciendo a la carne dentro nuestro. La verdadera pregunta es esta: ¿Queremos andar en el poder de la nueva creación o de la vieja? La verdadera felicidad la encontramos cuando andamos en la luz, juzgándonos a nosotros mismos, y buscando la dirección del Señor en todo. ¿Por qué querríamos salvaguardar la carne luego de habernos regocijado por haber sido liberados de ella? ¿Por qué mejor no caminamos en la comunión y el gozo del amor de Dios y de Cristo? Es posible que permitamos que las cosas de este mundo entren de tal forma en nuestros corazones y vidas, que difícilmente sepamos como luce realmente la vida de un cristiano. “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres” (Ro. 14:17-18)
J. N. Darby