El Señor Está Cerca

Jueves
11
Febrero

Una vez cada tres años venía la flota de Tarsis, y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales.

(1 Reyes 10:22)

Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría

Durante los primeros años de su reinado, Salomón apreció la sabiduría y la inteligencia por sobre todas las cosas. En su bondad, Dios respondió al deseo de su corazón y le dio “sabiduría y prudencia muy grandes”. Él fue más sabio que todos los hombres. En Proverbios 3, Salomón recomienda la sabiduría de la siguiente manera: “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia”, estimando que el oro y las piedras preciosas no tienen valor al lado de ella (v. 13, 15).

Sin embargo, a medida que la prosperidad material del reino iba creciendo, leemos que sus importaciones consistían en “oro, plata, marfil, monos y pavos reales”. ¡Monos y pavos reales! Para alguien como él, preeminente en la tierra debido a su sabiduría, este es cier­tamente un gran descenso. En otro lugar también leemos una mez­cla extraña de cosas en la vida de Salomón: “Dediqué mi corazón a conocer la sabiduría y el conocimiento, la locura y la necedad” (Ec. 1:17 RVA-2015). Al principio Salomón consideró que la sabiduría era más preciosa que el oro fino y las piedras preciosas; pero más adelante recurrió a la locura y la necedad. Los monos son sinónimo de necedad y los pavos reales de la vanidad.

¡Qué inconstancia en el gran rey de Israel! ¿Pero qué hay de noso­tros? Tenemos a nuestro alcance una sabiduría que Salomón jamás imaginó, ¿pero la anhelamos? ¿Qué valor le dan nuestros corazo­nes al gran misterio de Dios “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2:3)?

Los monos y los pavos reales—¡necedad y vanidad! Pero Salo­món los deseaba. Puede que valoremos a estas criaturas tan parti­culares, ¿pero nos aferramos a lo que representan? Escudriñemos nuestros corazones y examinemos nuestros caminos.

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23-24)

W. W. Fereday

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