El Señor Está Cerca

Miércoles
10
Febrero

Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él ... Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

(Juan 21:20-22)

Seguir al Señor es nuestra prioridad

Pedro era un líder natural, y el Señor Jesús le había estado hablando con el propósito de ganar la plena sumisión de su corazón. Luego de eso le dijo: “Sígueme”. Seguir al Señor es más importante que liderar. Sin embargo, Pedro estaba evidentemente preocupado del hecho de que el Señor lo haya llamado aparte de entre todos los dis­cípulos para hablarle de esta manera. En lugar de mostrarse com­pletamente sumiso, se dio vuelta para mirar a Juan (quien de hecho estaba siguiendo al Señor) y preguntó: “Señor, ¿y qué de éste?” Pero a Pedro no se le permitió desviar su atención de esta manera.

¡Qué lección para todos nosotros! Nuestra carne puede agitarse y apuntar a todas las direcciones posibles para evitar afrontar nuestra responsabilidad, pero el trabajo del Señor nos llevará a juzgarnos con honestidad y severidad. El Señor le dijo firmemente a Pedro: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”. Independientemente de cual sea la voluntad del Señor para con alguien más, esto no debe influir de ninguna manera en mis pensamientos con respecto a su voluntad para conmigo. Indepen­dientemente de lo que hagan los demás, debo seguir al Señor por completo y con sencillez. “Sígueme” son palabras que Él nos dirige a cada uno de nosotros. La forma más efectiva de guiar a otros correctamente es que nosotros mismos sigamos al Señor de todo corazón, ¡y sin volvernos expertos en saber lo que hacen los demás!

Cuán precioso es aquel fruto que glorifica al Señor,
que fluye de corazones purificados por su santa Palabra
Aquella Palabra que como semilla se planta y crece por fe
Y llena los corazones para mostrar su plenitud,
Con acciones de amor, verdad y fidelidad
Pues somos de Cristo y su bello nombre confesamos.

L. M. Grant

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