El Señor Está Cerca

Martes
2
Febrero

Para que andéis como es digno del Señor … dando gracias al Padre, que nos hace idóneos para la participación de la heren­cia de los santos en la luz.

(Colosenses 1:10, 12 VM)

Hechos aptos (1)

El Padre nos ha hecho aptos para participar de la herencia de los santos en la luz. No se trata simplemente de que hay una herencia reservada en los cielos para nosotros, sino que además somos hechos aptos para ella. No solo somos hechos aptos para participar de los privilegios de los creyentes aquí en la tierra, sino también para participar de su herencia en la luz. La obra de Dios por medio de Cristo es tan eficaz que logró que los suyos sean aptos para estar “en la luz”—donde Dios mora: en la plena luz de su inmaculada santidad.

El Padre nos tomó en la condición en que estábamos, llenos de pecado y vileza, y nos hizo aptos para la luz. Quien confía en su propia justicia quizás dirá: «No soy apto», pero quien por la fe mira a Cristo resucitado, puede decir: «Soy hecho tal cual Él es y, por lo tanto, soy apto para estar con los redimidos en la luz». Puede ser algo difícil de aprender; y si el corazón se repliega en sí mismo, pue­den surgir todo tipo de preguntas interminables y tormentosas, pero todas estas preguntas encontrarán respuesta si fijamos nuestros ojos en Cristo resucitado. Cristo resucitó y esto no se puede cues­tionar. Él está más allá de los pecados, más allá del juicio, más allá de la muerte, más allá del poder de Satanás que Él quebrantó en la cruz. Lo que es cierto de Cristo, también lo es del creyente por quien Cristo murió. Si estuviésemos ya resucitados físicamente, entonces no tendríamos ningún cuestionamiento de si somos aptos para la luz.

Pero Dios nos dice que Cristo, quien murió por nosotros, realmente resucitó; y lo que es cierto de Él también es cierto de todo creyente delante de Dios. ¿Es Cristo apto para estar en la luz? Sí, y por lo tanto nosotros también. Desde el momento de su conversión, en ladrón en la cruz fue hecho apto para estar con Cristo. Pablo, al final de su vida de devoción, no estaba más apto para ir al cielo que el ladrón que fue al paraíso el mismo día en que se convirtió.

Hamilton Smith

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