El Señor Está Cerca

Lunes
1
Febrero

Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él. Respon­dió Juan y dijo ... El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grande­mente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cum­plido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.

(Juan 3:26-27, 29-30)

Los profetas y sus profecías — Juan el Bautista (4)

En Juan 1:35-37, vemos a Juan el bautista, junto a dos de sus discí­pulos, nuevamente testificando de Jesús. Al verlo cuando Él pasaba por ahí, exclamó: "¡He aquí el cordero de Dios!" Escuchándolo hablar, los dos discípulos que estaban con él comenzaron a seguir a Jesús, lo acompañaron a donde moraba, y se quedaron con Él ese día. No leemos que hayan vuelto a Juan el bautista, y este humilde siervo de Dios no mostró ningún resentimiento o decepción por esto.

Evidentemente, este episodio era el comienzo de muchos otros similares. Mientras Juan continuaba silenciosamente su ministerio, pronto comenzó a verse que Jesús estaba atrayendo más seguido­res que él. Algunas personas le hicieron notar esto a Juan. ¿Estaban tratando de incitar celo en él? Si así fue, no tuvieron éxito. Juan les dijo claramente que un hombre no recibe nada, excepto lo que le es dado del cielo. Él no era el Cristo, pero se le había dado el honor de ser el precursor de Él.

En las bodas de aquellos días, el novio era el centro, el que recibía honra. Así será en las bodas del Cordero, en un día muy cercano. Viendo a Cristo recibir honra, Juan, como amigo del Esposo, se regocijó, y no se resintió. Cristo debía crecer, y él debía menguar, su servicio estaba llegando a su fin.

¡Qué ejemplo! ¡Debemos regocijarnos cuando Cristo recibe glo­ria! ¡Si nuestro servicio puede contribuir a su gloria, no nos afane­mos por obtener crédito por ello! Él es justo y nuestra recompensa segura.

Eugene P. Vedder, Jr.

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