De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada.
Hay dos cosas que debemos considerar cuando presentamos la verdad. No solo debemos estar seguros de que esta verdad es de Dios; también es necesario que la verdad presentada sea apropiada a quienes está dirigida. El Señor tenía muchas cosas que decirles a sus discípulos cuando estuvo con ellos, pero como en ese momento no las podían sobrellevar, Él prefirió no decírselas.
Cuando alguien es utilizado por Dios para atraer poderosamente a las almas y llevarlas a Cristo, entonces el tal es claramente un evangelista. Puede haber otro cuyo corazón no se siente tan inclinado a presentar el evangelio, pero que ama y goza cuando logra que otros disfruten la verdad de Dios. ¿No es este un maestro? Mientras que un pastor es aquel que no solo conoce la verdad, sino que la aplica a los corazones de los demás, trabajando con la conciencia y los afectos de una forma que un maestro quizás no lo puede hacer. Otro puede no saber cómo hacer relucir la verdad con poder, pero puede exhortar y tocar la conciencia.
El Espíritu de Dios es quien opera en la asamblea. Un hermano puede tener la capacidad de predicar y otro de enseñar. Algunos sirven al Señor en privado y otros en público. ¿Quién posee la autoridad de juzgar estos servicios? Pues el mismo Espíritu de Dios. Así como un ser humano sabe qué alimento es apropiado para él, los creyentes deben ser capaces de discernir que alimento es el adecuado para las diversas necesidades espirituales.
W. Kelly
Abre mi mente a tu verdad, hazme oír con claridad
Del Padre la revelación y conocer su corazón;
En paz tu voz escucharé y tu amor disfrutaré,
Abre mis ojos, dame en raudal luz celestial.
C. H. Scott
