El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.
Este mensaje a Esmirna apunta a los días de persecución que la Iglesia atravesó después de su declive de la pureza apostólica. El Señor se presenta así mismo como el recurso más profundo para animar a los creyentes perseguidos. Si estos son llamados a enfrentar la muerte, que recuerden que Cristo estuvo muerto y ahora vive (v. 8). En Esmirna vemos nuevos males atacando a la Iglesia, y la tribulación que el Señor permitió, sirvió para frenar estos crecientes males, junto con manifestar la devoción de los vencedores, quienes, en medio de la persecución, fueron fieles hasta la muerte.
Durante este periodo, el esfuerzo de Satanás para corromper a la Iglesia tomó una doble forma: Primero, levantó una influencia corrupta desde adentro, constituida por quienes buscaban mezclar el judaísmo con el cristianismo. En segundo lugar, levantó oposición desde afuera, por medio de la persecución de los gentiles. Después de la partida de los apóstoles, se levantó un grupo judaizante, a los que el Señor llama “sinagoga de Satanás”, los cuales buscaban agregar al cristianismo aquellas ceremonias y principios del judaísmo. Este grupo ha estado obrando desde entonces, por lo que la profesión cristiana ha perdido su verdadero carácter celestial. Esta se ha convertido en un gran sistema mundial con edificios suntuosos, formalidades y ceremonias basadas en el sistema judío, el cual apela al hombre natural.
Ante esta gran desviación, el Señor permitió que la Iglesia atravesara la persecución, para así manifestar quienes eran fieles a Él. El Señor Jesús les aseguró que había establecido un limite para sus sufrimientos. Él recompensará su fidelidad hasta la muerte con una corona de la vida, y les prometió que, aunque tenían que morir, ellos jamás sufrirán “daño de la segunda muerte”.
Hamilton Smith