El Señor Está Cerca

Día del Señor
24
Enero

Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

(Mateo 18:20)

¿Nos damos cuenta de la presencia del Señor?

Aunque Jesús está glorificado en el cielo, su presencia en medio de quienes se reúnen a su nombre sigue siendo cierta en la actualidad. ¡Qué recurso tan precioso en tiempos de debilidad y fracasos! Él no cambia. Nuestros corazones se humillan cuando miran hacia atrás: ¡casi diecinueve siglos de profundo fracaso! Sin embargo, Jesús sigue siendo fiel (y siempre lo será) para con los que dirigen sus ojos a Él con simplicidad de fe. ¡Qué consuelo! Aunque no tengamos nada, tenemos a Cristo. ¿Nos es suficiente? ¿Buscamos dones, riquezas o influencia? ¿Realmente Cristo nos es todo suficiente?

A veces pienso que el Señor tenía en mente nuestros tiempos cuando habló de los dos o tres. No hubo dos o tres en los primeros días de la Iglesia; todos los que creían se reunían juntos. Aún no se habían levantado hombres hablando perversidades, ni tampoco había lobos rapaces entre el rebaño buscando dispersar y devorar. ¡Cuánto han cambiado las condiciones desde entonces! Sin embargo, la pala­bra del Señor permanecerá hasta el fin: “Donde están dos o tres con­gregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Lo que todos necesitamos es ser más conscientes de su presen­cia. Si así fuera, entonces muchas cosas por las que nos quejamos delante de Él se resolverían. Si existiera una conciencia real de que el Señor Jesús está allí, ¿habría creyentes que llegarían tarde el primer día de la semana? ¿En torno a quién nos vamos a reunir? ¿Con quién nos encontramos allí? ¿Me atrevería a hacer esperar a Aquel que se digna en venir y estar en medio de los suyos? Además, cuando nos congregamos, ¡qué santa calma reinaría si nos diéramos cuenta de que Él está! Nada nos entristecería; no habría prisa ni impaciencia, y sin duda que la carne no se manifestaría. ¡Oh, si nuestros corazones fueran lo suficientemente conscientes del hecho simple, pero esen­cial, de que el Señor está allí! Esto nos impactaría completamente: cambiaría nuestra forma de vestir, nuestras palabras, y todo nuestro comportamiento. ¡Qué el Señor ejercite nuestros corazones!

W. W. Fereday

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