Dios es temible en la gran asamblea de los santos; formidable sobre todos cuantos están a su alrededor.
(Salmos 89:7 RVA-2015)
Aprendamos a caminar apaciblemente en la presencia de Dios, a pisar los atrios de Jehová con los pies descalzos y mucha reverencia. ¡Quiera Dios que nuestro incensario de sacerdotes contenga solamente el incienso pulverizado de las varias perfecciones de Cristo y sea la llama santa encendida por el poder del Espíritu divino! Cualquier otra cosa no sólo es sin valor, sino mala. Todo lo que viene de la energía natural, resultado del trabajo de la voluntad humana, el incienso más suave imaginado por el hombre, el ardor más intenso de una devoción natural, todo eso será “fuego extraño” y atraerá los solemnes juicios del Señor Dios Todopoderoso. ¡Tengamos siempre corazones sinceros y un espíritu de adoración en presencia de nuestro Dios y Padre!
Sin embargo, no se desanime o alarme el corazón tímido. Con demasiada frecuencia sucede que quienes realmente deberían alarmarse manifiestan indiferencia, mientras que aquellos para quienes el Espíritu de gracia sólo tiene palabras de consuelo y ánimo, se aplican equivocadamente las severas advertencias de las Santas Escrituras. Sin duda, el corazón manso y contrito, que tiembla ante la palabra del Señor, está en buen estado. Además, debemos recordar que si un padre advierte a su hijo, no es porque no lo considera como hijo suyo, sino precisamente lo contrario. Una de las mejores pruebas de esta relación es la disposición a recibir la advertencia y aprovecharla.
C. H. Mackintosh
Oh, enséñanos, Señor, a adorarte en tu temor;
Que la gracia dirija las palabras de mi clamor;
Tu sangre nos ha limpiado, y como santos en la luz,
Hoy te alabamos, delante del trono de Jesús.
M. Bowly