Yo conozco tus obras … pero … has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras.
Estas palabras del Señor tocan profundamente el corazón de los creyentes. Cristo contrasta sorprendentemente dos tipos de obras, diciendo: «Deseo tus primeras obras, no las obras que haces ahora luego del desvanecimiento de las primeras». Los creyentes efesios habían abandonado su primer amor—tenían muchas obras, podían incluso sufrir por Cristo y no tolerar el mal; trabajaban incansablemente, pero todo esto se hacía en un nivel inferior al que Él deseaba. No es que debían dejar de lado este segundo tipo de obras; había muchas cosas que hacer y diversos tipos de servicio. Pero debían volver a hacer las primeras obras.
No todos tienen la capacidad de ministrar la Palabra y exponer doctrina: quienes lo hacen son, sin duda alguna, una pequeña cantidad en comparación con todo el resto de los cristianos; sin embargo, es ese primer amor el que pone al alma por sobre las obras secundarias. El creyente más humilde puede decir: «Sé que Cristo tiene su corazón ocupado personalmente en mí, y saber esto hace que los afectos de mi corazón se centren en Él, dándome el poder necesario para cumplir mi servicio y hacer todo por amor a Aquel que me amó primero».
¡Ah! ¿Qué es lo que busca Cristo, sino el amor de cada uno de los suyos en particular? Aunque todo este en un estado caótico, Él dice: «Si la frescura de tu amor se pierde, el mío sigue siendo el mismo». Si tu alma está llena de la dulzura de su amor, entonces este se manifestará y te hará resplandecer; no lo hará el servicio, sino la relación de tu alma con el Hijo unigénito del Padre. Todos los que han gustado su amor pueden decir: «Conozco la dulzura de aquel amor». ¡Ah!, si puedes decirlo, ¡no lo dejes ir! Cristo les dijo a los efesios: «Ustedes me están dando el segundo lugar en sus corazones; tienen grandes pensamientos con respecto a mi casa y el candelero, ¿pero qué hay de mí?» Por lo tanto, arrepiéntete y haz las primeras obras.
G. V. Wigram