El Señor Está Cerca

Jueves
14
Enero

La mujer … me dio del árbol, y yo comí … La serpiente me engañó, y comí.

(Génesis 3:12-13)

Algunos sacrificios en Génesis (2)

Génesis es el libro de los orígenes de casi todo lo que está en las Escrituras. Desde la eternidad, incluso antes del principio, Dios diseñó un plan en sus consejos eternos. Este plan fue revelado luego de la venida de su Hijo a este mundo, “cuando vino el cumplimiento del tiempo” (Gá. 4:4). Jesucristo es el Segundo Hombre, el Postrer Adán, aquel que vino para llevar muchos hijos a la gloria: “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Jn. 1:14). Este es el misterio de la encarnación. Sin embargo, la vida perfecta de Cristo también era necesaria antes de que pudiera convertirse en el perfecto sacrificio. Su muerte, sepultura, resurrección y exaltación— todo esto también era necesario—todos estos hechos estuvieron inseparablemente unidos—antes que el Espíritu Santo pudiese venir a la tierra y comenzar a formar a la Iglesia.

El Antiguo Testamento es el libro ilustrado de Dios y presenta mag­nificas figuras de la relación entre Cristo y su Iglesia. Estos planes aún no se habían dado a conocer (aunque estaban en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo), sin embargo, la relación entre Adán y Eva dejó entrever algo de ello. Muchos de los matrimonios del Antiguo Testamento ilustran otros aspectos de la relación entre Cristo y su Iglesia—la compañía formada de creyen­tes de entre los judíos y los gentiles.

Eva no estuvo presente cuando Dios instruyó a Adán a que cul­tivara la tierra y guardara el jardín del Edén, pero Adán tuvo que habérselo dicho. La serpiente (Satanás) vio una oportunidad de oro para probar y engañar a la esposa de Adán. ¡Qué bien le fue! Mien­tras conversaban, su sutil pregunta instaló la duda en la mente de la mujer, lo que generó que ella aceptara sus negaciones y mentiras. De esta manera, ella comenzó a ver las cosas desde la perspectiva de la serpiente y fue seducida, convirtiéndose en una herramienta para seducir a su marido, quien transgredió al comer del fruto prohi­bido. Ante esto, ¡claramente era necesario un Sacrificio!

Alfred E. Bouter

arrow_upward Arriba