Si se muerden y se comen los unos a los otros, miren que no sean consumidos los unos por los otros. Digo, pues: Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne.
(Gálatas 5:15-16 RVA-2015)
El Señor permite que haya dificultades entre los suyos, sin embargo, ¡no es Él quien las produce! No pretende que existan sentimientos hirientes entre ellos ni un espíritu de resentimiento, rivalidad u orgullo. En lugar de esto, estas situaciones nos abren la posibilidad de considerarnos muertos al pecado, ejercitar y desplegar aquella fe simple que confía en que la mano del Señor está sobre todas las cosas, y que comprende que todos los creyentes son preciosos a los ojos de Dios. Debemos mirar solamente a Él en búsqueda de victoria. El Señor permite tales pruebas, no para dar ocasión a la carne, sino como una oportunidad para que el nuevo hombre muestre la bondad, la humildad y la gran paciencia de Cristo; este es el fruto del Espíritu, el cual brota de la comunión con el Señor. ¡Qué tristeza cuando el corazón está tan centrado en sí mismo que deja escapar estas oportunidades para crecer espiritualmente y, en lugar de eso, las transforma en ocasiones para la manifestación de la carne!
«¡Oh, vaciarnos más de nosotros mismos y llenarnos más de Cristo!» Ciertamente esta es una oración de lo más conveniente para todos nosotros. Si oramos fervientemente por esto, podemos estar seguros que el Señor permitirá circunstancias en las que aprenderemos a negarnos a nosotros mismos y manifestar la mansedumbre, humildad y paciencia de Cristo. Nos capacitará para mostrar el amor que emana de nuestra nueva naturaleza, el cual se levanta por sobre los resentimientos de la carne, y se preocupa por el bien de aquellos contra los que podríamos tener mayores razones para estar enojados.
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gal. 5:22-25).
E. C. Hadley