El Señor Está Cerca

Lunes
11
Enero

Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos.

(Apocalipsis 2:2)

Los mensajes a las siete iglesias (1) — Éfeso

Durante este primer período de la historia de la Iglesia, representado por Éfeso, no hubo señales exteriores de apartamiento. Cristo aún era visto como Aquel que tiene las siete estrellas en su diestra y que anda en medio de las iglesias. ¿No indica esto que quienes deben estar bajo la autoridad y guía del Señor, representando así sus inte­reses en la asamblea, todavía se mantenían bajo su poder y bajo su dirección? También había mucho aún que el Señor podía aprobar. Los creyentes perseveraban en el servicio del Señor y habían resis­tido cada uno de los ataques de Satanás, quien buscaba corromper a la Iglesia a través de falsas pretensiones y acciones malvadas.

Sin embargo, mientras que su apariencia exterior era irreprocha­ble, el Señor, que conoce los corazones, dijo: “Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”—la raíz de todo el fracaso en la Iglesia. Alguien ha dicho: «Lo que daña, y finalmente causa la ruina, invaria­blemente viene de adentro, no de afuera».

Por haber perdido su primer amor, el Señor les dijo estas solemnes palabras: “has caído”. Luego de esta advertencia vino una exhorta­ción: si no había arrepentimiento, entonces su candelero iba a ser quitado de su lugar. Si el primer amor por Cristo se perdió, entonces la luz ante los hombres fracasó.

Lo que es cierto de la Iglesia en su totalidad, también es cierto de cualquier asamblea local y de cada creyente. La raíz de todo fra­caso reside en el corazón, y si no hay ningún tipo de arrepentimiento, entonces el testimonio exterior cesará de tener poder. Sin embargo, era posible para los creyentes, individualmente hablando, vencer este fracaso interior y mantener su primer amor por Cristo. A los tales, el Señor se les revelaría como el Árbol de la vida—la fuente escondida del sustento espiritual en el paraíso de Dios, donde ningún enemigo jamás se inmiscuirá para alejar nuestros corazones de Cristo.

Hamilton Smith

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