La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará.
El profeta Isaías escribió estas palabras bajo la inspiración del Espíritu Santo con el fin de describir, proféticamente, ciertas características del Mesías. Mateo cita estas palabras de Isaías, las cuales hablan de la vida del Señor Jesús, a fin de mostrar el cumplimiento de esta asombrosa profecía. Estas describen el andar y la conducta de Cristo entre su pueblo. ¡Qué maravilloso considerar estas descripciones de las glorias morales de Cristo y aplicarlas a nuestras propias circunstancias! Él no iba a quebrar la “caña cascada” ni iba a apagar “el pábilo que humea”. En los evangelios, vemos una y otra vez ejemplos de esto. El Señor buscó y enseño a los desanimados, a los quebrantados y a aquellos que la sociedad religiosa había considerado indignos.
Jesús trató con ternura a la “caña cascada”, no la «quebró», sino que la levantó, animó y sostuvo. Pensemos en el débil carácter de sus discípulos y cómo Él los corrigió con paciencia. No los «descartó», sino que siempre les apuntó a un día más luminoso, el cual conocerían si permanecían con Él. Entre nosotros hay multitud de “cañas cascadas”: ¡sigamos el ejemplo de gracia de nuestro Señor y sirvámosles!
El Señor tampoco apagó el pábilo que humeaba; puede aún haber una brasa sobre la cual soplar para avivar la llama. Querido lector, permítame compartir algo personal. En mi juventud, cuando comencé a pensar que era un bueno para nada, Dios utilizó grandemente los pensamientos del hermano G. V. Wigram. Este siervo del Señor escribió: «Cuando Cristo enciende una chispa en un corazón, por pequeña que sea, Él hace que esta sea completamente para Dios. Es Él el que da la luz y quien ordena que cada uno de sus rayos refleje algo para Dios». Exactamente este es el ministerio del Señor Jesús. Él ve el corazón y sabe cuando hay una pequeña chispa para Él, y entonces la soplará hasta que se convierta en una gran llama que arda para sí mismo.
Brian Reynolds