Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Este Libro contiene la mente de Dios, el estado del hombre, la luz de salvación, la condenación de los pecadores y la felicidad de los creyentes. Sus doctrinas son santas, sus preceptos obligatorios, sus historias verdaderas y sus decisiones inmutables. Léela para ser sabio, cree en ella para estar a salvo y practícala para ser santo.
Contiene luz para conducirte, alimento para sustentarte y consuelo para animarte. Es el mapa del viajero, el báculo del peregrino, la brújula del navegante, la espada del soldado y el acta del cristiano.
En él los cielos son abiertos y las puertas del infierno quedan descubiertas. Cristo es su tema principal, nuestro bien es su diseño, y su fin la gloria de Dios. Debe llenar nuestra memoria, gobernar el corazón y guiar nuestros pies.
Léelo detenidamente, con frecuencia y oración. Es una mina de riquezas, un paraíso de gloria y un río de placer. Nos ha sido dado para toda nuestra vida, será abierto en el juicio, y será recordado por la eternidad. Involucra la responsabilidad más elevada, recompensará el trabajo realizado y condenará a todos los que juegan con sus contenidos sagrados.
“Para siempre, oh SEÑOR, permanece tu palabra en los cielos” (Sal. 119:89).
Gustaffson
¡Cuán sublime oh Dios, cuán perfecta y gloriosa
es tu Palabra fiel, descubierta a la fe!
Justicia, paz, verdad, divino amor rebosa,
Revelándote a Ti: gloria que siempre fue.
C. Exchaquet