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Cristo edifica su Iglesia
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Cuando Pedro da el notable testimonio: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!», el Señor le responde: «Yo también te digo a ti, que tú eres Pedro»; luego, refiriéndose a lo que el discípulo acaba de pronunciar agrega: «Y sobre esta Roca edificaré mi iglesia» (Mat. 16:16, 18).
Este es el primer pasaje de la Biblia en el que se menciona la Iglesia de Dios en el Nuevo Testamento. El mismo Hijo de Dios levanta el velo que desde la eternidad ocultaba ese misterio. Aún no había llegado el momento de revelar el misterio de Cristo y su Iglesia, pero convenía que fuese el Señor Jesús mismo quien hablara de ello en primer lugar. No lo hizo desde el comienzo de su ministerio, sino solo cuando se estableció claramente que su pueblo terrenal, del cual había venido como rey, lo había rechazado.
1 - El rechazo de los hombres
El evangelio de Mateo nos presenta al Señor enseñando largamente a las multitudes sobre el carácter de su reino (cap. 5 al 7), y por los numerosos milagros que realiza se revela claramente como el Mesías prometido a Israel (cap. 8 al 11). Sin embargo, el pueblo en su conjunto no quiso arrepentirse. Los jefes religiosos opusieron a Jesús una encarnizada resistencia e incluso hasta atribuyeron al diablo el poder que él desplegaba (12:24).
El principio del capítulo 16 nos muestra aún una manifestación de la incredulidad de los hombres y de su oposición al Señor Jesús. Los fariseos y saduceos reclaman una «señal del cielo». ¡Una señal! ¿No habían visto bastantes señales? El hecho de que los ciegos recobraran la vista, los leprosos fueran purificados y los muertos resucitados, ¿no era un testimonio elocuente? Pedir una señal era tan insensato como pedir vela para alumbrarse cuando se está a plena luz del sol. Entonces Jesús los deja y se va con sus discípulos al otro lado del mar (v. 4).
Después de una travesía en la cual se había mostrado su débil fe y su poca comprensión, el Señor quiere escuchar de sus discípulos lo que los hombres decían de él (v. 13). En su respuesta citan solo las voces que ponen a su Maestro en el rango de los profetas. Pero para Jesús esto era más bien un desprecio que un cumplido, que no hacía sino manifestar la incredulidad de la multitud que no lo reconocía como el Cristo; que no discernía la gloria de su persona.
2 - La fe de los discípulos
«¿Y vosotros, quién decís que soy?» Pregunta el Señor (v. 15). Pedro, como portavoz de los discípulos, declara en la certidumbre de su fe: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!». Hay otros pasajes en los cuales vemos que el Señor Jesús es reconocido como el Cristo y el Hijo de Dios (p. ej. en Juan 1:41, 49), pero solo aquí se lo confiesa como el Hijo del Dios vivo. Pedro pone el acento sobre la vida. El Hijo tiene la vida en sí mismo como el Padre, una vida que nunca puede ser alcanzada por la muerte.
Esta hermosa confesión, que se distingue de manera beneficiosa de las diversas opiniones de los hombres, proporciona al Señor la ocasión de declarar a Simón Pedro que solo por una revelación del Padre ha podido discernir quién es él verdaderamente (v. 17). Y entonces, el Señor le muestra a su discípulo lo que él, Simón, ha sido hecho por la gracia y, a partir de su confesión, le da una revelación de la Iglesia: «Yo también te digo a ti, que tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi iglesia» (v. 18).
Esta declaración del Señor Jesús tiene un gran alcance. Contiene muchas enseñanzas importantes que conciernen a la Iglesia. Las consideraremos más detenidamente recordando que la Iglesia es vista aquí bajo como imagen de una casa.
3 - El fundamento del edificio
Cuando se construye una casa, es necesario ocuparse primeramente del fundamento. Si este no es sólido, el edificio no podrá ser estable y seguro.
El fundamento de la Iglesia es la roca, y esta roca es Jesucristo (1 Cor. 3:11; véase también 10:4). En varios pasajes del Antiguo Testamento Dios se presenta como una roca (Sal. 18:31; Is. 44:8, V.M., etc.), y esta sola razón ya demuestra que Pedro no puede ser la roca de la que Jesús habla aquí. Esta roca es el Hijo del Dios vivo de quien Pedro acaba de hablar; y si él es el fundamento, ¡qué solidez y seguridad confiere entonces a todo el edificio!
En Mateo 7, el Señor compara a los que escuchan sus palabras y las hacen, a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. «Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron vientos, dieron con ímpetu contra aquella casa y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca» (v. 24-25). En este pasaje, está claro que no se trata de la Iglesia sino del creyente individualmente que edifica su «casa» sobre las palabras del Señor como fundamento. Sin embargo, una cosa permanece: la roca ofrece la seguridad.
4 - Cristo edifica su Iglesia
En el transcurso de los siglos, muchos vientos tempestuosos soplaron contra la Iglesia: persecuciones encarnizadas y falsas doctrinas, entre otros. Cualesquiera que hayan sido los estragos, la Iglesia no fue destruida, y no puede serlo, pues está fundada sobre la roca.
5 - Los materiales de construcción
¿Con qué materiales es edificada la Iglesia de Cristo? La respuesta del Señor a Pedro nos lo indica. Él lo designa con su nuevo nombre, Pedro, que significa «piedra» (véase Juan 1:42, nota). De esta manera, pone en evidencia el contraste entre ese nombre y el de Simón, hijo de Jonás, que el discípulo había recibido en su nacimiento (Mat. 16:17). Comprendemos así que no somos añadidos a la Iglesia tal como somos por naturaleza. Algo debe cambiar en nosotros, se nos debe dar algo nuevo. ¿Qué? Esto se desprende del significado del nombre de Pedro. Una piedra es de la misma naturaleza que la roca, Cristo. Cuando un hombre viene a la fe, recibe la vida, la de Jesús mismo. Posee la misma naturaleza de Aquel que es la vida eterna.
Pedro había confesado al Señor Jesús como el Hijo del Dios vivo (v. 16). En su primera epístola, habla de los creyentes como piedras vivas, que son «edificados como casa espiritual» (1 Pe. 2:5). Somos piedras vivas porque hemos renacidos… «por la palabra viva y permanente de Dios» (1:23). Tenemos ahora la vida eterna y, como piedras vivas, somos añadidos a la Iglesia.
La vida nueva que tenemos por Cristo está fuera del alcance de la influencia de Satanás. Este puede causar estragos en el mundo, e incluso entre los cristianos, pero no puede destruir la vida eterna que poseemos en Cristo. Esto nos da plena seguridad, y testifica de la indestructibilidad de la Iglesia, esta Casa espiritual hecha de piedras vivas.
6 - El constructor
El fundamento es absolutamente sólido, los materiales tienen un valor inestimable, pero, ¿quién es el constructor?
La Iglesia es edificada por el mismo Hijo de Dios. No hay nada en su construcción que no sea perfecto. La plomada de Dios no verifica ninguna anomalía en este edificio (véase Zac. 4:10); está «bien coordinado» (Efe. 2:21). Cuando Cristo construye, todo es estabilidad, seguridad y belleza.
7 - La resistencia del edificio
Si se mira de cerca el fundamento de la Iglesia, los materiales de construcción y el constructor, el edificio es absolutamente seguro y sólido. Sin embargo, el Señor Jesús agrega expresamente: «Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella».
Las «puertas» evocan la idea de poder, pues el que controlaba antiguamente las puertas de una ciudad tenía el dominio de ella (véase Gén. 24:60). El que tenía el imperio de la muerte es el diablo (Hebr. 2:14).
En el huerto de Edén, el diablo logró conducir al hombre al pecado y, por el pecado, la muerte entró en el mundo. Satanás, el homicida, logró su objetivo: el hombre ya no puede ser bendecido en la tierra y vivir en ella feliz para siempre. En la tierra todo es pasajero.
En los tiempos de tribulación que vendrán, se dará poder al Hades sobre la cuarta parte de la tierra (Apoc. 6:8). Pero las puertas del Hades no prevalecerán contra la Iglesia. Como objeto de los consejos de Dios, la Iglesia está absolutamente libre del poder del diablo; ella subsiste siempre y no puede ser aniquilada. Un día ella aparecerá en la gloria, enteramente para la honra del Señor Jesús. Ningún poder del mal puede cambiar esto en lo más mínimo.
8 - El objetivo para el cual es edificada la Iglesia
Una casa que se edifica, siempre está destinada a alguien. En las palabras del Señor, vemos también para quién es edificada la Iglesia. Dice: «Edificaré mi iglesia», entonces comprendemos que es para él.
¿No es notable que en el primer pasaje en el cual se habla de la Iglesia, el Señor la mencione como suya? Es preciosa a sus ojos, y velará sobre ella y hará todo por ella.
9 - El tiempo en que es edificada
Toda casa necesita cierto tiempo de construcción. ¿Cuál es el tiempo durante el cual la Iglesia de Dios es edificada? El Señor toca este punto cuando dice que edificará su Iglesia. Habla en futuro. En el momento en que pronunciaba estas palabras, este edificio era inexistente. Los discípulos, y todos los creyentes de ese momento, eran ya piedras vivas, pero todavía no habían sido constituidos en Casa espiritual.
El edificio comenzó su existencia el día de Pentecostés, cuando el Espíritu de Dios descendió sobre la tierra. En ese día, numerosas piedras vivas fueron llevadas al edificio (Hec. 2:41); pero lo que se dice al final de ese capítulo continúa hasta el tiempo actual: «Y cada día el Señor añadía a la Iglesia los que iban siendo salvos» (v. 47).
Pronto la última piedra será puesta, y el Señor Jesús volverá para tomar consigo a todos los que le pertenecen. Las manos de Zorobabel habían echado el cimiento del templo reconstruido al regreso de Babilonia y lo habían acabado también; él había sacado la primera piedra con aclamaciones de: «Gracia, gracia a ella» (Zac. 4:9, 7). De la misma manera, el Señor Jesús acabará por su poder y en su gracia, la edificación de la Iglesia que comenzó el día de Pentecostés.
10 - Una comparación con el templo de Salomón
El primer templo de Israel, por lejos el más glorioso e importante, tenía como fundamento «piedras grandes, piedras costosas… piedras labradas», y «cuando se edificó la casa, la fabricaron de piedras que traían ya acabadas» (1 Reyes 5:17; 6:7). Bajo la sabia dirección de Salomón fue edificada en siete años (6:1, 38).
Sin embargo, la magnífica casa de Dios un día fue presa de las llamas, y las hermosas piedras de ese santuario fueron esparcidas por las esquinas de todas las calles de la ciudad santa (2 Crón. 36:19; Lam. 4:1).
Una suerte semejante estaba reservada al templo que los discípulos tenían ante sus ojos y del cual estaban orgullosos: no iba a quedar piedra sobre piedra (Mat. 24:2).
¡Qué contraste con la Iglesia de Dios, la Casa que no puede ser destruida y que no desaparecerá jamás! Ella no es un edificio humano y perecedero, sino divino y eterno.
11 - La Iglesia según el consejo de Dios
El pasaje de Mateo 16:18 nos muestra entonces a la Iglesia según el consejo de Dios. Abarca a todos los verdaderos creyentes desde Pentecostés hasta la venida de Cristo para llevar a todos los suyos.
Sin embargo, la Iglesia es también presentada en la Escritura bajo otros aspectos. En 1 Corintios 3 vemos hombres que edifican la Casa de Dios, y los materiales que utilizan no son siempre buenos. Es otro aspecto que debe también llamar nuestra atención, pues es importante que no cerremos los ojos ante el estado de ruina en que cayó la Iglesia bajo la responsabilidad del hombre. Desde este punto de vista todo es tema de humillación, y podríamos desalentarnos si no dirigimos nuestra mirada a lo que es de Cristo y que permanece a salvo de todo el poder del enemigo.
Pensar en la obra perfecta del Señor Jesús y en sus resultados gloriosos, no solamente nos guarda del desaliento, sino que nos ayuda a tener una justa apreciación de las cosas en las situaciones concretas. El pensamiento de Dios debe ser siempre el modelo que forme nuestros pensamientos.
Traducido de «Le Messager Évangélique», año 2007, página 199