La mesa del Señor
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(Fuente autorizada: biblecentre.org)
Usted me pide la aclaración sobre el tema de una carta de J.N.Darby, publicada en el Mensajero Evangélico de 1905, página 16, en la cual se basan hermanos para recibir a la Mesa del Señor a cristianos de sistemas diversos.
Creo que la carta en si misma, es la mejor respuesta a vuestra pregunta, si la leéis sin ideas preconcebidas. La segunda línea de la pagina 16 es mas concluyente: «No pregunto si debemos excluir a las personas que retienen falsas doctrinas o cuando la vida práctica es contraria a la piedad. No pongo en duda que si andamos deliberadamente con esas personas, compartimos su culpabilidad, mostrando que no estamos «puros en el asunto» (2 Corintios 7:11). El primer punto no es tema de respuesta, y, en cuanto al segundo, es a costa del bien, las aflicciones que los hermanos han insistido, y yo con ellos. Estos principios son simples y claros ante las Escrituras. Se puede presentar razones sutiles para tolerar el mal, pero tenemos que estar siempre firmes a este respecto, y Dios, no lo dudo, ha aprobado plenamente esta conducta».
Esta carta ha sido escrita algunos años después de la penosa división de Betesda, a la cual el autor hace alusión diciendo: «es a costa del bien las aflicciones que los hermanos han insistido», para permanecer «puros en el asunto». También los casos indicados en el resto de la carta hacen alusión a cristianos simplemente ignorantes de las verdades de la reunión según la Palabra.
Siempre hemos comprendido que la ignorancia no es una razón para rehusarle la cena a un cristiano. Queda por aclarar lo siguiente. ¿Puedo llamar «ignorantes» a los cristianos que se oponen después de años a la verdad de la reunión según las enseñanzas de las epístolas de Pablo, y que se mantienen en el terreno de independencia para ser libres de seguir en comunión con todos? No son mas ignorantes aquellos que desean recibirles ocasionalmente para partir el pan a la mesa del Señor, donde, guardando la unidad del espíritu, la unidad del cuerpo se realiza; luego, esto no puede ser que se guarde la unidad del Espíritu, porque el Espíritu no puede enseñar a los unos de una manera y a otros de otra.
Esta carta expuesta para justificar la recepción de cristianos que volverán a su mesa cuando las circunstancias se lo permitan, condena, al contrario, esta práctica en la Pág., 19; diciendo:«Si un cristiano viene a nosotros, teniendo como condición que tiene la libertad de ir a los dos lados, no viene en simplicidad en la unidad del cuerpo. Se que la intención de hacerlo esta mal; no puedo permitirlo, y no tiene derecho de imponer una condición alguna en la Iglesia de Dios. Esto último debe ejercer, en la ocasión, la disciplina según la Palabra. No pienso que un cristiano que va regularmente y sistemáticamente a los dos lados, pueda ser recto en este doble andar. La posición que toma es la de una superioridad a las dos partes y de condescendencia a cada una de ellas. En este hecho no muestra un corazón puro.»
Perdonadme si os cito esta carta, pero debido a que se apoya en ella, ella debe ser autoridad en su totalidad.
Usted me cita también la «Carta de una anciano pastor»aparecida en el Mensajero Evangélico de 1923, como justificando plenamente la participación de todos los cristianos a la cena, sobretodo en las paginas 164 y 165. Notad como en la anterior, fue escrita hace ya mucho tiempo, data de 1861, y hecha por un hermano desde hace poco en medio de los hermanos. Como lo dice el Editor en la nota, pagina 158, responde preguntas especiales, sin mencionar la verdad capital de la Asamblea, cuerpo de Cristo y de su unidad. El autor habla del hecho de que todos los hijos de Dios tienen su lugar en la Mesa del Señor, esto es lo que la Palabra nos enseña. El dice: «Somos la reunión de los hermanos, porque en principio, todo hermano tiene su lugar entre nosotros, si el juzga a propósito de quedarse.». Señalo en principio, porque desgraciadamente, en la práctica, todos no pueden tomar este lugar. Sabemos que el autor de la carta habría podido enseñar, lo que no ha encontrado bueno introducir en esta carta, en cuanto a la manifestación del cuerpo. Ved sobre este tema, lo que se dice de este hermano, pagina 308 del Mensajero del mismo año.
Una cita aún, usted dice, con apoyo de las mismas largas opiniones, la carta publicada en el Mensajero de 1923, pagina 305, y los artículos titulados: «La Mesa del Señor», años 1925, pagina 253, y 1927, pagina 129; igualmente un artículo aparecido en 1926:«Un último consejo a los jóvenes», sin tener en cuenta de lo que se expresa claramente en las paginas 308 y 309. Para encontrar en estos escritos la autorización de admitir a la Mesa del Señor a los cristianos que pueden ir de una mesa a otra, sin preocuparse de la pureza de la doctrina (también necesaria como la pureza moral para acercarse a la Mesa del Señor); es preciso rehusar abiertamente las enseñanzas de la Palabra de Dios y a aquellos que presentan estos artículos sobre un tema que debe caracterizar el testimonio del Señor en los últimos días.
Parece que para justificar estas opiniones relajadas se sirve de un artículo aparecido este año (1929): «Pensamientos sobre la cena del Señor». Pero leo abajo en la pagina 206: «Si, en la Mesa del Señor, se colocan otras condiciones para la comunión que una fe verdadera y viva en la obra de Cristo, y un andar que concuerde con la confesión de un creyente, esta mesa pierde su carácter de Mesa del Señor». ¿Que mas verdad de lo que se afirma allí? ¡Como se puede autorizar esto aceptando a cristianos que desean partir el pan a la Mesa del Señor con la condición de poder volver a su mesa sectaria cuando les convenga! Si la Asamblea no debe poner condiciones, ella no debe aceptarlas. Usted me remite aun a la pagina 208 del mismo articulo, donde se dice: «¿Es posible que delante de esta cruz donde el Pastor del rebaño, la Cabeza el cuerpo, ha sido crucificado, introducir principios por los cuales una parte de los miembros muy amados del rebaño de Cristo, fueran afligidos o excluidos» Yo diría: «Es posible, ante esta cruz. introducir principios que están en oposición directa con la voluntad del Señor, que, por su muerte, ha adquirido todo derecho y toda autoridad sobre sus rescatados?»
Todos los pasajes de estos diversos escritos por los cuales se cree poder justificar el desorden y la deshonra de la Mesa del Señor, han tenido lugar en los escritos que tratan de la Cena y de la Mesa del Señor, con el fin de poner en guardia contra la tendencia de desconocer que el primer gran principio a guardar, en relación a la unidad del cuerpo de Cristo, es que cada creyente, cualquiera que sea, es un miembro de ese cuerpo, y que tiene su lugar en esta Mesa donde se encuentra proclamada la verdad que un cuerpo es uno, según 1 Corintios 10:17: «Nosotros que somos muchos, somos un solo pan, un solo cuerpo, porque todos participamos de un solo y mismo pan». Pero en vista del estado en el cual se encuentra, no solamente la cristiandad, sino la Asamblea, la Asamblea de un Dios que es un Dios de orden, un Dios santo, la disciplina debe ser ejercida; sin esto una asamblea cesa de llevar el carácter de asamblea de Dios, santa como El mismo, y que debe, por consecuencia, ser mantenida pura de todo mal, sea doctrinal o moral.
Cualquier cristiano, que participa a la cena, allí donde una mesa es levantada según las enseñanzas de la Palabra, se encuentra, por este hecho igualmente, sometido a la disciplina de la Asamblea. La Asamblea está obligada a ejercer sobre el una vigilancia que no tiene lugar, si no parte el pan. En este último caso, el se coloca fuera: hay un dentro y un afuera (1 Corintios 5:12-13).
Uno encuentra a cristianos que no admiten la disciplina más que aquella que se ejerce según 1 Corintios para el caso de inmoralidad y que pasan por alto la disciplina por falsa doctrina, como si el pecado moral fuera mas grave que el mal doctrinal. Evidentemente, a los ojos de los hombres, un borracho, un fornicario o un ladrón, es más pecador que aquel que coloca a un lado las enseñanzas de la Palabra para hacer valer sus propios pensamientos; esto choca menos en la sociedad. Sin embargo a los ojos de Dios, el mal doctrinal, es excesivamente grave, puesto que se coloca de lado la autoridad del Señor y de su Palabra para reemplazarla por la del hombre, esto sucede cuando el cristiano no se somete a las Escrituras. No compartimos el pensamiento de los hombres a este respecto. Es probable que aquellos que dicen que la resurrección había tenido lugar (2 Timoteo 2:18), eran hombres de una moralidad perfecta, que se encuentra también en los inconversos; pero precisamente viendo las consecuencias de tales doctrinas, la exhortación de apartarse de iniquidad es dada en este capítulo. Luego, si es preciso apartarse de tales personas, para seguir la justicia, la fe, el amor, la paz, con lo que invocan al Señor con un corazón puro, no es para permanecer en comunión con aquellos, puede ser que, sin profesar falsas doctrinas, mantienen sin embargo comunión con cristianos que no se apartan de la iniquidad. El término iniquidad puede ser traducido por injusticia (2 Timoteo 2:19). ¿No es injusto mantener sus propios pensamientos en oposición con la enseñanza de la Palabra? Mientras que una asamblea lleve el carácter de la asamblea de Dios, debe mantener la pureza de la doctrina ejerciendo la disciplina en este punto.
Se ciertamente, querido hermano, que en la Suiza francesa, y en mi conocimiento, en los países que la rodean, no hay ninguna asamblea que admita que un cristiano sea libre de ir a partir el pan de una mesa a otra. Puede que aquí o allá, haya un hermano que lo admita, pero la Asamblea no lo hace.
Vuestro hermano en Cristo.