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Atormentado por el miedo
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Es evidente que el miedo domina la época en que vivimos. En los últimos meses, hemos visto cómo el miedo ha paralizado a la humanidad, pero peor aún, cómo afecta a los verdaderos creyentes que, hasta hace unos meses, confiaban en su propia fe en Dios.
Una de las características poderosas de la Escritura es que está viva y es aplicable a todos los períodos de la vida. Los libros históricos son muy útiles porque nos presentan hechos históricos sobre personas reales; está claro que la Escritura no es solo teórica ni limitada en su impacto a un cierto período de la historia.
«David se levantó y huyó aquel día de Saúl, y fue a donde estaba Aquis, rey de Gat. Pero los siervos de Aquis le dijeron: ¿No es este David, el rey de la tierra? ¿No cantaban de él en las danzas, diciendo: Saúl mató a sus miles, y David a sus diez miles? David tomó en serio estas palabras y temió grandemente a Aquis, rey de Gat. Y se fingió demente ante sus ojos y actuaba como loco en medio de ellos; escribía garabatos en las puertas de la entrada y dejaba que su saliva le corriera por la barba. Entonces Aquis dijo a sus siervos: He aquí, veis al hombre portándose como un loco. ¿Por qué me lo traéis? ¿Acaso me hacen falta locos, que me habéis traído a este para que haga de loco en mi presencia? ¿Va a entrar este en mi casa? David se fue de allí y se refugió en la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, descendieron a él allá. Todo el que estaba en apuros, todo el que estaba endeudado y todo el que estaba descontento se unió a él, y él vino a ser jefe sobre ellos. Y había con él unos cuatrocientos hombres» (1 Sam. 21:10 al 22:2, LBLA).
«Estas cosas les acontecían como ejemplos, y fueron escritas para advertirnos a nosotros, para quienes el fin de los siglos ha llegado» (1 Cor. 10:11).
David es bien conocido como uno de los hombres más valientes que jamás haya existido. La historia de 1 Samuel 17 muestra claramente su espíritu valiente, aunque a los ojos de los hombres no es de talla para Goliat. El secreto de su coraje no era el descuido; por el contrario, tenía la estimación correcta de Goliat (un filisteo incircunciso) pero también tenía la certeza del poder del Dios vivo. Para asombro de todos, este joven, que tenía fe en el Dios vivo, superó el miedo que caracterizaba a todo el ejército de Israel; trajo la victoria y dio valor a los que le rodeaban. Pero es interesante notar que unos pocos capítulos después vemos al mismo David comportándose de manera opuesta.
Siempre me he preguntado, “¿Por qué?” ¿Podría ser que el miedo se haya apoderado de su corazón? Examinemos esto ante el Señor y examinemos también nuestros propios corazones.
1 - Tiene miedo de Saúl
En primer lugar, su miedo a Saúl le hizo olvidar que Dios le había prometido el trono. Esto significaba que Dios lo preservaría hasta que cumpliera su promesa, ya que no es un hombre para mentir. Este miedo le hizo dejar su herencia y pedir la protección de los filisteos. De la misma manera cuando el miedo gobierna nuestros corazones, resulta en que perdemos de vista nuestra herencia; además, las promesas que Dios nos ha hecho de nunca dejarnos o abandonarnos disminuyen a nuestros ojos. Sin embargo, las Escrituras nos dicen que el Señor es nuestra herencia. Recordemos siempre que el Señor es nuestro escudo.
2 - Tiene miedo de Aquis
Luego viene su temor a Aquis, rey de los filisteos. Es difícil de creer que el valiente David que actuó con dignidad y confió en Dios ante Goliat se comportara como lo hizo ante Aquis. Si David, en esta época de miedo, se comportó de esta manera, también nos arriesgamos a actuar como insensatos cuando perdemos de vista al Señor y buscamos protección en el mundo, en sus métodos, en sus consejos y en su punto de vista. Qué tristeza para los hombres de David ver a su jefe comportarse así porque estaba preocupado y temía por su seguridad. Olvidaba la dignidad que debe caracterizar a quienes temen al Señor, que confían en su protección y le hacen confianza en todas sus circunstancias.
Pero gracias a Dios, la historia no termina ahí. David entiende que el lugar donde podía estar a salvo era en la cueva de Adulam, que significa «su testimonio». Aunque la cueva de Adulam es menos confortable que el palacio de Aquis, es allí donde encuentra la fuerza y la protección de Jehová. Compartió las experiencias que aprendió en esta cueva en el Salmo 56:11 y en el Salmo 34. Pero, así como el miedo es contagioso, también lo es el coraje: en la cueva de Adulam había quienes se sentían atraídos por David a pesar de, o debido a, su condición (angustia, deudas y amargura). Entonces descubrieron que con David estaban en seguridad, incluso en la incomodidad de la cueva. Es un testimonio para todos aquellos que quieren superar su miedo. Además, de la cueva de Adulam salieron los tres hombres poderosos, poniendo sus vidas en peligro para satisfacer el anhelo de su señor David y traerle un poco de agua para refrescar su corazón. El miedo se había ido (1 Crón. 11:15-19).
3 - El miedo a la muerte
«Así que, por cuanto los hijos participan en común de sangre y carne, él también de la misma manera participó en ellas, para que, por medio de la muerte, redujera a impotencia a aquel que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librara a todos los que, por temor a la muerte, estaban sometidos a esclavitud durante toda su vida» (Hebr. 2:14-15).
En el Nuevo Testamento, el Espíritu de Dios nos dice que una de las armas más temible en el arsenal de Satanás es el miedo a la muerte, ya que mantiene a los hombres en la esclavitud. Después de todo, la Escritura nos dice que la muerte es el «rey de los espantos» (Job 18:14) y hoy, Satanás ruge como un león para sembrar el miedo en nuestros corazones. Pero hoy, tenemos más de lo que David nunca podía tener. Tenemos la obra completa de Cristo, que venció al que tiene el poder de la muerte, el diablo, y nos liberó del miedo a la muerte. El apóstol Pablo nos dice en 1 Corintios 15:26 que la muerte es el último enemigo. Ha perdido su aguijón y se ha convertido en un medio para transportarnos al cielo si el Señor no ha venido todavía a llevarse a los suyos.
David no tenía este conocimiento y no estaba habitado por el Espíritu Santo. Mientras que nosotros, que tenemos todos estos recursos, ¿cómo deberíamos reaccionar ante el miedo actual? Saúl, (tipo de hombre en la carne, o de la carne en nosotros) solo trae miedo y nos hace perder de vista nuestra herencia cristiana que incluye la promesa de la protección del Señor. ¿El temor de los filisteos que nos rodean, con sus medios de comunicación y sus llamados expertos en la materia, nos llevará a comportarnos de manera indigna y a avergonzar a Cristo cuyo nombre llevamos (los cristianos)?
Pero los que son la familia de Dios, amados por el Padre y el Hijo, habitados por el Espíritu Santo, pueden vivir en el círculo del amor divino y decir: «En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo; el que teme no ha sido perfeccionado en el amor» (1 Juan 4:18).
De hecho, el miedo es una emoción extremadamente poderosa y Juan en su epístola nos dice que puede atormentar, pero que el amor perfecto echa fuera el miedo. Aprendamos de estas claras lecciones de la Palabra de Dios, tomemos coraje, caminemos en la dignidad de hijos de Dios y no temamos su miedo, sino que establezcamos a Cristo como Señor en nuestros corazones y caminemos a la luz de este conocimiento.
El mundo observa a los cristianos que dicen: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (Sal. 23:4). ¿Cómo se comportan en medio de la confusión y el miedo que causa actualmente la Covid-19? ¿Qué más tenemos que los no creyentes? Tenemos al Señor y con él tenemos la mejor seguridad que podamos conseguir. Esto es lo que debemos ofrecer a un mundo lleno de miedo y ansiedad, que se enfrenta a la perspectiva de pasar la eternidad en el lago de fuego; necesitan a nuestro Señor Jesús y su gran salvación. Porque es el único remedio, dado por Dios, capaz de quitar el miedo de los corazones de los hijos de los hombres hoy. Pero solo aceptarán este remedio de nosotros si ven sus efectos prácticos en nosotros, es decir, si lo que creemos y predicamos se realiza en nuestro comportamiento.
El mundo actual y sus expertos solo se preocupan de los cuerpos de los seres humanos. Nos dicen qué hacer para estar protegidos, aunque cambian sus opiniones, consejos y recomendaciones casi a diario. Además, muchos expertos admiten que no saben cuál es la mejor manera de protegerse. Las expresiones utilizadas hoy en día por los expertos –y por casi todo el mundo– son “no sé” y “no sabemos”. ¿Cuántas veces, queridos creyentes, habéis oído esto?
En cambio, qué alegría escuchar a alguien, en un estado desastroso, en una prisión romana insalubre, sin aire limpio, con condiciones sanitarias deplorables y con la sentencia de muerte suspendida sobre su cabeza, decir: «Porque sé a quién he creído, y estoy convencido que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día» (2 Tim. 1:12).
La dignidad, la confianza, la confianza en el Señor y la fe en él, todo lo que pertenece al corazón de los que le aman, no son solo palabras vacías. Porque el cristianismo teórico no tiene valor para nadie. Unámonos a David una vez recuperado, que aprendió sus lecciones en la escuela de Dios y las registró para nosotros por el Espíritu de Dios en los Salmos 34 y 56, y digamos con él:
«En el día que temo, yo en ti confío… En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?» (Sal. 56:3, 11).
«Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores» (Sal. 34:4).
Recordemos siempre que el Señor es nuestro escudo…