Unidad y no uniformidad
Autor:
La unidad del Cuerpo de Cristo
Tema:Hay millones de creyentes en la tierra, todos ellos habitados por el Espíritu Santo que los formó en un solo Cuerpo: «Porque todos nosotros fuimos bautizados en un mismo Espíritu para constituir un solo cuerpo» (1 Cor. 12:13). Esto explica por qué, en el corazón de todo creyente en el que el Espíritu de Dios no está contrariado, hay un anhelo de comunión con otros cristianos; esto es lo que les hace resentir la opresión de los lazos y las barreras sectarias. El instinto del cristiano es fiel a la unidad que el Espíritu Santo ha formado.
Los hombres a menudo anhelan la uniformidad, pero la uniformidad no es la unidad. La unidad es obra de Dios; la uniformidad, del hombre. Para satisfacer sus prejuicios y dar contenido a sus estrechas ideas, el hombre querría obligar a todo el mundo a entrar en el mismo molde, y rechazar a los que no encajan. Las divisiones, las sectas y los partidos, la esterilidad y la muerte son el resultado infalible allí donde se introducen en la Iglesia.
En un cuerpo no hay uniformidad, sino una gran diversidad; todos los miembros son diferentes, ninguno realiza la misma función; cuando están sometidos al cerebro, realizan sus funciones vitales, trabajando armoniosa e incansablemente por el bien del conjunto. Esta es la unidad, y esta es la figura utilizada por el Espíritu para ilustrar el pensamiento de Dios para sus santos en la tierra: son en realidad un solo Cuerpo: «Vosotros sois cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno en particular» (1 Cor. 12:27). Es para frustrar y destruir la expresión práctica de esta unidad que el diablo despliega su energía; y nada sirve mejor a su propósito que las normas y reglamentos que los hombres hacen, pues aniquilan la hermosa variedad que la sabiduría de Dios produce.
Esta unidad no es meramente una bella teoría o un ideal que debe ser admirado y luego dejado de lado como imposible de practicar; debe dirigirnos, hacernos desear de separarnos de las cosas malas que la perjudican, darnos a perseguir las grandes y positivas realidades que son la porción común de todos los santos, y llevarnos a buscar la bendición y la prosperidad de todos, para que tenga una expresión práctica a través de nosotros, así como en nosotros.