Cristo en mi vida cotidiana

Meditación de la Epístola a los Filipenses


person Autor: Louis CHAUDIER 6

flag Tema: La piedad individual

(Fuente autorizada: biblecentre.org)


Cuanto más avanzamos en la vida cristiana, más nos damos cuenta que esta vida es Cristo. La vida cristiana no es el mucho actuar, es tener a Cristo por objeto. En la cristiandad, se tejen coronas a los «grandes cristianos». Aquí vemos el coronamiento de la vida de un cristiano que, ciertamente, no ha tenido su igual. ¿Cómo termina él? Como su Maestro. Había comenzado su vida cristiana con su maestro, la ha continuado con su maestro, la ha terminado con su maestro y como su maestro.

Si tuviésemos el deseo, deseo producido por Dios ciertamente, Dios nos conduciría en un camino semejante. Cuanto más queramos vivir de Cristo, más nos pareceremos a él y más nos pareceremos de hecho a un siervo tal como el apóstol Pablo.

El resumen de esta epístola (Filipenses), de esta experiencia total hecha por Pablo, es este: ¿Qué representa Cristo para nuestro corazón? ¿Qué es él en nuestra vida de todos los días? No se trata solamente de lo que decimos de él que cuenta, sino el hecho que, puesto frente a tentaciones, salgamos por él victoriosos de la prueba. ¡He aquí el poder! ¡He aquí Cristo! Si, por el contrario, en presencia de una tentación, cedemos, esto significa que el efecto del poder de Cristo en nosotros no estaba a la altura de la prueba, y ¡cuántas veces esto nos pasa! Nuestra constante preocupación debería ser el hacer brillar a Cristo cada vez más. Si hoy no mostramos a Cristo en una circunstancia semejante en la que un año antes no lo habíamos mostrado, hemos perdido nuestro tiempo a este respecto. Igualmente, si conocemos muchos más capítulos de nuestra Biblia, todo este tiempo ha sido perdido. En el momento que, en presencia de la misma situación, nuestra manera de ser es la misma, el lugar de Cristo en nuestro corazón no se ha ensanchado, y hemos perdido nuestro tiempo. Y podemos preguntar a cada uno aquí, ¿si es la cantidad de conocimientos que, al instante de la tentación, lo ha liberado? ¡Jamás! Es Cristo quien libera. Si Cristo es precioso al corazón, entonces se atraviesa una circunstancia siendo uno superior a la circunstancia. Y la belleza de este capítulo, es que encontramos a un hombre superior a todo. Él ha sido puesto a prueba hasta al fondo, y la más grande de las pruebas ha sido probablemente ver el estado inquietante de los cristianos por todas partes. Pablo, por así decir, sale vencedor de todo esto; no es abatido.

No pensemos que no seremos puestos a prueba; todos lo somos en diversos grados y de diversas maneras, y si tenemos pocas pruebas, puede que signifique que nuestra fe no es muy grande. Ciertas pruebas están en relación con el poder de nuestra fe para afrontarlas. Si, de repente, nosotros que nos creemos cristianos valientes y muy piadosos, honrando al Señor, nos encarcelaran, quitándonos todo, no sé cuánto tiempo necesitaríamos para que pudiéramos decir en la carta que escribiríamos a nuestros amigos o a nuestros familiares: «Regocijaos siempre en el Señor».

¡Qué felicidad, queridos amigos, es fortalecerse en las realidades vivas de la fe y de la verdad cristiana! Nos damos cuenta que si no tenemos cuidado, nos ilusionamos con los hábitos y con las palabras mundanas, y poco a poco perdemos la fuerza. Esto es verdad de un cristiano, de una familia, de una iglesia. Si el Señor no habla de una manera u otra, una iglesia se duerme y poco a poco se hace mundana, mientras que, en otro periodo dado, veía claro. La noción del bien y del mal disminuye y con ella la delicadeza de la conciencia.

Es menester ser un cristiano ante Dios, ante Cristo. Si somos cristianos ante los hermanos antes de serlos ante Dios, invertimos el orden de las cosas y no iremos muy lejos en nuestra vida cristiana.

Cristo es mi vida, declara Pablo. ¿Deseáis matarme? Matadme, voy al cielo; voy allí donde está mi corazón: vosotros me liberáis. Sin ir tan lejos, ¿es que el corazón de cada uno de nosotros está presto a partir? ¿No hay una cadena, un lazo, un hilo que lo retenga a este mundo? Si el Señor viniera ahora, podría decir nuestro corazón: ¡Señor, es esto lo que esperaba! He aquí el poder de la vida cristiana.

A un cristiano que goza del cielo podréis ofrecerle todas las glorias del mundo, él las menosprecia. El mundo está muy bien hecho para abrir una larga avenida hacia la gehenna (infierno), y ¡cuántos cristianos se dejan llevar! No que ellos puedan estar perdidos, sino que su vida ha fallado. El maestro de este mundo es un experto en el arte de influir en los cursos de las vidas, ya que tiene sesenta siglos de experiencia con los seres humanos. ¡Qué podamos decir: ¡para mí, el vivir es Cristo! No solo decirlo, sino hacerlo. Pablo lo proclama al final de su carrera, cuando estaba privado de todo. No tenía nada más que perder y algunos de los filipenses lo hacían llorar. No eran sus perseguidores los que hacían llorar a Pablo. Cuando Pablo y Silas eran perseguidos, ellos cantaban en su cárcel. Pero eran los cristianos los que a veces le hacían llorar.

Capítulo primero (v. 9-11): «Pido en oración, que vuestro amor abunde…». Nos imaginamos a veces que Dios va a dotarnos de más inteligencia de una sola vez. ¡Jamás! Se oye a veces dar este consejo: orad, y tendréis el pensamiento de Dios. Pero todo depende de vuestro estado moral. Si vuestro corazón contiene el mundo, no os imaginéis que Dios os dará así su pensamiento. Antes, es necesario quitar las escorias, y, cuando Dios haya purificado vuestro corazón –obra que puede demandar mucho tiempo– entonces veréis más claro.

«Que seáis puros…»: es lo que el apóstol en sus cadenas pide para sus hermanos filipenses. Cuando se está acorralado bajo circunstancias adversas, hace falta fuerza para pensar en los demás. Es lo que hacía el Señor. Pensaba continuamente en los suyos en lugar de pensar en sí mismo.

«… Irreprochables hasta el día de Cristo». ¿Qué es el día de Cristo? Este no es el día cuando el Señor arrebatará a los santos, sino aquel cuando los presentará con él. Entonces cada uno brillará de la gloria de Cristo. ¿Pensamos en el día de Cristo? ¡Tenemos una gloria en perspectiva! El mundo tiene también sus glorias. Hay personas en el mundo que viven cincuenta años y más para lo que llaman «pasar a la inmortalidad».

Ellos, ambicionan una corona corruptible, mientras que nosotros, buscamos una corona incorruptible. ¿Y no tendríamos la perseverancia de la gente de este siglo? ¡Ellos son pues más sabios en su dominio que nosotros en el nuestro! Tenemos también un día de triunfo ante nosotros, pero los creyentes que han deseado el triunfo y la gloria en esta tierra sufrirán una pérdida en el día de Cristo.

El motivo de la vida cristiana y del servicio, es el amor por Cristo. Todo lo que no se hace con el amor a Cristo como motivo, procede de la voluntad propia, por consiguiente, del pecado. A la inversa, lo que se hace por Cristo es para la gloria de Dios. ¿Y cuál es el resumen de todo esto? OBEDECER. Obedecer para hacer nada, obedecer para hacer algo, obedecer para hablar, obedecer para callar. No hay nada más precioso para el cristiano.

Saúl hizo muchas cosas. Luego es a él que esta palabra muy dura le es dirigida: «Obedecer es mejor que los sacrificios» (1 Sam. 15:22). ¿Deseamos obedecer? Estamos persuadidos que la superioridad de nuestros conductores era esta: la inteligencia del pensamiento de Cristo y la obediencia según esta inteligencia. Si los hermanos en la fe pierden esto, pierden el sentido y el valor de su testimonio. El Señor tiene siervos por todas partes, pero yo debo obedecer, y obedecer según la revelación que el Señor me ha hecho de su pensamiento.

En los tiempos de desorden en los cuales vivimos, es lo que explica porqué un cristiano no puede asociarse con tales otros, porque haciéndolo, desobedecería a su Maestro.

¡Qué felicidad es no tener dudas! Dejadme esperar que todos estemos ahí. El camino que se abre ante el más anciano como ante el más joven, es el camino trazado por Jesús. Caminamos tras Jesús. Muchos están inquietos por orientar a la juventud. La juventud cristiana que desea escuchar, está muy orientada: Cristo está delante de ella. Si hay dudas, es porque el ojo no es bueno, es cuando queremos arrastrar en ese camino un poco o mucho de este mundo. Si hoy arrastráis un poco del mundo, tendréis mucho más mañana; y no tendréis más el control.

En el capítulo 1, Cristo es la vida del cristiano. En el capítulo 2, él es su modelo: «Pensando lo mismo…». Es preciso que este pensamiento esté. Este pensamiento ha estado en Cristo Jesús. Adán ha sido desobediente y ha encontrado la muerte, Cristo ha sido obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Citamos a menudo este pasaje, ¿queda algo de esto en nuestro corazón? Es en la medida que Cristo llena nuestro corazón que podemos pensar en los demás, y allí está la felicidad, no lo dudemos. La felicidad para el cristiano, es no pensar en sí mismo. Tal es la felicidad experimental práctica, el verdadero, el santo gozo de la comunión y de la aprobación de Dios. Cuando hemos pecado, el Espíritu Santo nos ocupa de nosotros mismos; es necesario arreglar primeramente esto. Pero cuando caminamos con Dios, el Espíritu Santo nos ocupa de Cristo, y es el secreto para pensar en los demás. Que no se nos diga que esto es imposible; esta es la vida cristiana, y es en esto que todos tenemos que progresar.

La Palabra de Dios enseña y la experiencia confirma que aquel que se ensalza será humillado. ¡Cuántos hombres, incluso cristianos, se han terriblemente alzados! Dios derrumbará todo esto en un momento u otro; se han visto tales hundimientos solemnes. No se hará mentir a la Palabra de Dios. ¡Cuántos ejemplos de la humillación que va delante de la gloria y del orgullo que va delante de la ruina! Es el principio a la vez del conjunto y del particular. Todas las veces que nos glorificamos en pequeños detalles, Dios nos rebaja en esas cosas. ¡Qué vigilancia deberíamos tener todos, por la gracia de Dios, para descubrir y reprender estos movimientos de nuestro corazón carnal! Es un continuo trabajo.

Si en el capítulo 2 Cristo es el modelo, en el capítulo 3 vemos la imitación realizada en un hombre. Pablo dice en esencia: «Muchos se glorían», pero yo también tengo títulos de nobleza de todas clases… Y es lo que daba valor a los razonamientos del apóstol: otros despliegan sus títulos de nobleza, todos los míos son superiores… «Pero yo los tengo por basura». Era un estado permanente. ¿Por qué? Porque Jesús era el objeto de Pablo. A nosotros nos sucede que nuestro objeto es Cristo además de otras cosas. El mismo servicio es un peligro, si no tenemos cuidado, porque nos arriesgamos a pensar en el servicio más que en el Maestro.

Pablo está en la cárcel. Está apartado de su servicio. ¿No hay nada más? Sí, él tiene lo que nadie le puede quitar: Cristo. Puede ser llevado a la muerte, pero no le pueden quitar Cristo. A nosotros, hacen falta pocas cosas para hacer tambalear nuestra firmeza: una crítica, una burla, una calumnia; tenemos rápidamente necesidad de buscar un refugio; por la gracia de Dios, él está siempre ahí. A Pablo, se le había despojado de todo: su reputación, se le ha calumniado; su vida, deseaban quitársela; su libertad, ha sido privado de ella. ¿Qué dice él?: «Alegraos en el Señor siempre». Un cristiano debería ser así. Mientras que nosotros, llegamos a perder nuestro gozo a menudo cuando nos llega el sufrimiento o el oprobio. Con frecuencia amamos mejor que nos halaguen un poco, antes que tener la aprobación de Cristo. Es una infidelidad al Señor. Es necesario sondear nuestro corazón y dejarnos sondear por él. A veces retrocedemos ante algunos detalles, mientras que, si somos fieles, tendremos la dulzura de la aprobación de Cristo, y esto permite atravesarlo todo. Tenemos mucho progreso por hacer, pero lo que le da validez a nuestra vida actual, es el valor de cada día que pasa. ¿Es que este día que pasa nos hace ahondar raíces nuevas en este mundo, o bien nos hace conocer un poco mejor el cielo? He aquí lo que Pablo dice en este pasaje leído con frecuencia, pero ciertamente a menudo menos puesto en práctica: «Estimo todas las cosas como basura…», yo también, me gloriaba de esto o de aquello, pero las he llegado a estimar como pérdidas. Esta experiencia corresponde a la declaración del Señor: «Mejor te es entrar en la vida cojo… (que) ser echado en el fuego eterno». En grados diversos, siempre es verdad. ¡Cuántas veces alguno que había entrado en la vida en condiciones de inferioridad externa, será, en realidad, bendecido por la eternidad!

Si Cristo no tiene la prioridad en mi vida, es con Dios que me las tendré que ver. Él me parará en mi camino una u otra vez. Dios es fiel si nosotros no lo somos. Él es fiel hacia sí mismo y hacia nosotros ¡Cuántas veces el Señor nos para así! Él nos ama demasiado para no hacerlo. ¡Seamos de aquellos que no retroceden ante este examen cotidiano! Pero si nosotros nos hundimos cada día un poco más en el mundo y nos empeñamos en hacer nuestra propia voluntad, el desposeimiento será tanto más difícil. Hay un momento en nuestra vida cuando tendremos que dejar todo atrás de este mundo; ¿por qué no hacerlo enseguida? Pablo, él, llevaba cada día la muerte de Jesús.

¡Cuánto sentimos la necesidad de no perder de vista el sentido de la vida cristiana! La vida cristiana, es Cristo, y es la muerte desarrollada en cosas cada vez más y más numerosas, pero mediante el poder de Cristo. Pablo estaba ahí, estimando estas cosas como estiércol. ¿Por qué? Porque Cristo le era infinitamente más precioso. Es necesario tratar de siempre presentar a Cristo más precioso a las almas. Se toma a menudo el ejemplo de un niño que tiene sus brazos llenos de juguetes. Si queréis quitarle uno, él se enojará. Dadle un juguete más hermoso que los demás, dejará caer los otros juguetes que tiene en sus brazos, para tomar el más bello. Si Jesús es precioso a mi corazón, lo que pasa a mi alrededor, lo que el mundo me presenta, sus glorias y sus futilidades… No, eso no me interesa. Vivamos como extranjeros en estas cosas; este no es nuestro mundo, esto no nos interesa. Quieren exaltarnos con las grandezas del hombre; tenemos mucho mejor. ¿Se nos proponen riquezas? El cielo es de nosotros. He aquí como deberíamos vivir.

Capitulo 4: Hagamos uso de los recursos del versículo 6: toda clase de oraciones y súplicas, por ejemplo, cuando estamos en angustia. Y lo más triste cuando llega la angustia, es cuando ella nos sorprende en un mal estado. Cuando estamos en mal estado y que Dios está lejos de nosotros –o mejor dicho, nosotros lejos de Dios– llega una angustia, es entonces cuando más sufrimos, porque sentimos que Dios no está ahí.

Una angustia para un cristiano, si Dios no está ahí, es más triste que para un hombre del mundo. Pero cuando la angustia llega y que estamos por así decir en el corazón de Dios, el consuelo es inmediato, es la paz de Dios. Atravieso una tormenta; clamo a Dios; él responde: tengo la paz de Dios. Pero no siempre estamos en las angustias; está la vida cotidiana: hoy, y mañana si hay un mañana. La vida no siempre está marcada por circunstancias excepcionales. «Por lo demás hermanos…» (v. 8-9), entonces el Dios de paz estará con vosotros. Para tener al Dios de paz con nosotros, hay que velar en qué están ocupados nuestros espíritus. Es un ejercicio permanente, pero, ¡cómo vale la pena! Y para hacerlo, tenemos el gran recurso del versículo 13: «Todo lo puedo en aquel que me fortalece».

Sí, ¡Al Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos! (v. 20).

Traducido de «Le Messager Évangélique», año 1980


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